“Quedar para quedar”

– Inmediatamente después del relatado como giro a la izquierda en el debate sobre el estado de la nación, Pedro Sánchez recibió al president Pere Aragonés en La Moncloa. Lejos quedan los tiempos en que tal circunstancia era noticia de apertura y alpiste obligatorio para tertulias y columnas. Esta vez, la cosa se quedó en una de esos fotos que, al verlas, uno se pregunta si es del momento o de archivo. Como titular, se venía a contar que, limadas las asperezas tras la bronca por el espionaje con el dichoso programa Pegasus, la mesa de diálogo volvería a reunirse en la última semana de julio. ¿Para qué? Pues ahí es donde entra el secretario general de Junts, la segunda formación del soberanismo, a pinchar el globo. “Esta mesa sirve para quedar para volver a quedar”, sentenció Jordi Turull al día siguiente en la segunda parte del congreso de su partido. Ante los aplausos de los suyos, aún se adornó un poco más: “Para quedar, mejor que hagan un grupo de whatsapp, que es lo que hace la gente normal”.

Borràs no cede

– En la misma cita, y solo un día después de que la fiscalía pidiera para ella seis años de prisión y 21 de inhabilitación, la líder posconvergente y presidenta del Parlament, Laura Borràs, se marcó una especie de Mónica Oltra. Además de presentarse como una de las represaliadas del Estado español por el procés, tachó a sus socios de ERC poco menos que de colaboracionistas por haberle reclamado que prestigiara la institución dando un paso al lado. Al igual que su compañero en lo alto del organigrama de la formación, recibió la ovación de los presentes. Por si faltaba algún elemento de tensión, en el acto se aireó la idea de consultar a las bases sobre la conveniencia de mantener el pacto de gobierno con los republicanos y se subrayó que el objetivo inmediato del partido era reactivar la Declaración Unilateral de Independencia.

Sánchez, muy cómodo

– En este escenario, la representación del gobierno español se sentará a la mesa de la próxima semana con una placidez total. Se le habrá hecho realidad el “divide y vencerás”. Enfrente tendrá solo a la mitad del Govern, que en realidad equivale a poco más de un tercio de todo el soberanismo. Esquerra, incluso actuando con la mejor de las voluntades y haciendo gala de un loable pragmatismo, lo tendrá muy complicado para defender cualquier tipo de acuerdo logrado en semejantes circunstancias. Se cumplirá, por tanto, la autoprofecía de Turull: el encuentro será solo la antesala del siguiente, y así, en bucle... hasta que alguien mueva ficha en serio.