Memoria selectiva - Cuántas veces pronunciamos el nombre de la memoria en vano. Nos gusta calzarle apellidos de ringorrango. Histórica, decíamos hasta anteayer. Democrática, nos acabamos de inventar no para sustituir sino para completar. Tanto porompompón, qué quieren que les diga, me resulta culpable. Como si en el fondo fuera más importante el significante que el significado. Quiero decir que, de algún modo, ocultamos que solo aplicamos la palabra a lo que nos conviene. Recordamos con arrobo, ceremonia y emoción impostada ciertos hechos. Sobre otros, preferimos pasar de puntillas o, directamente, echar tierra. 

"¡Matadme!" - Lo estamos comprobando durante estos días de julio en que se cumplen 25 años de tres episodios que taladran de incomodidad ciertas conciencias: las liberaciones casi simultáneas de Cosme Delclaux y José Antonio Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. De esto último tendremos tiempo de hablar en las próximas jornadas. En cuanto a las dos liberaciones, el primer apunte para la reflexión es que la del empresario vizcaino haya quedado en segundo (por no decir quinto) plano al lado de la del funcionario de prisiones. También es verdad que las circunstancias fueron distintas. 232 días de cautiverio frente a 532 y, quizá lo decisivo: la familia Delclaux pagó 1.000 millones de pesetas de rescate mientras que a Ortega lo liberó la guardia civil. Las instantáneas del momento contribuyeron a aumentar la épica. Las cámaras captaron al funcionario de prisiones con barba de náufrago, una escualidez casi incompatible con la vida y la mirada perdida cuando acababa de recobrar la libertad. "¡Matadme de una puta vez!", fue lo primero que escucharon los guardias que irrumpieron en la infame mazmorra en que había estado confinado durante 18 meses. 

Aquel titular - Al día siguiente, nos desayunamos en Egin con una primera página imposible de olvidar. "Ortega vuelve a la cárcel", rezaba el titular a todo trapo. Este es el minuto en que ni Martín Garitano ni Mertxe Aizpurua, que tanto tuvieron que ver con el vomitivo enunciado, han pedido perdón por semejante iniquidad. Nada sorprendente, como tampoco lo fue que el principal carcelero y torturador de Ortega Lara, Josu Uribeetxebarria Bolinaga, un tipo perfectamente equiparable a Billy el niño, recibiera tratamiento de héroe en los últimos días de su vida por parte de los campeones mundiales del antifaxismo… que ahora se apuntan a la mandanga esa de la memoria democrática con la que abría estas líneas que me valdrán (¡otra vez!) la excomunión.