Los chorlitejos grandes, junto con las espátulas, garzas reales, águilas pescadoras o los zarpitos trinadores son aves de paso en la reserva del Urdaibai, dicho sea como información ornitológica y como testimonio de algunos de los habitantes de la zona, armados con la santa paciencia que se requiere a la espera de la llegada. o no, del museo Guggenheim en terrenos de la comarca de Urdaibai-Busturialdea. La penúltima idea es impulsar una escucha activa entre gente con credenciales, cerca de mil opiniones de diferentes agentes de la comarca. Todo ello, según dicen,con el objetivo de dotar al proceso de una “metodología académica, rigurosa y transparente”.

El estudio correrá a cargo del Agirre Lehendakaria Center y la Universidad de Columbia de Nueva York, dos instituciones preparadas para la investigación. Las cosas de palacio van despacio, dice el pueblo llano. Y al parecer las de los museos llevan el mismo ritmo. Por supuesto, Urdaibai es una tierra sagrada para la naturaleza. Conviene no precipitarse, no sea que los asuntos humanos y los de los ecosistemas entren en conflicto al verse las caras. Que no sea por no preguntar. En el corazón de la costa vasca, donde el mar se encuentra con la tierra en un abrazo eterno, se alza la reserva natural de Urdaibai, un santuario de biodiversidad que ha sido testigo del paso del tiempo y de la vida en su forma más pura.

En este rincón de belleza indómita, la idea de expandir el museo Guggenheim plantea una pregunta que resuena en el aire: ¿qué valor le damos a la naturaleza frente a la ambición del arte? El Guggenheim, ese ícono de la modernidad que ha transformado Bilbao en un faro cultural, ahora mira hacia Urdaibai con la mirada de un explorador que busca nuevos horizontes. Pero antes de que se dibujen los planos y se levanten las grúas, es imperativo abrir un proceso de escucha activa, un diálogo sincero entre las voces de la comunidad, los defensores del medio ambiente y los promotores del arte. Porque en este cruce de caminos, no solo se trata de construir un nuevo espacio expositivo, sino de decidir qué tipo de legado queremos dejar a las generaciones venideras. En este empeño se encuentra ahora el proceso, en el de no dejar en silencio ni una sola opinión. No será una consulta vinculante, eso ha quedado claro. Pero sí que existe la necesidad de escuchar a todos. Y eso requiere, como les dije, santa paciencia .