Fue uno de los primeros apóstoles del psicoanálisis y un hombre con clarividencia en sus sentencias. Les hablo del Carl Jung, un psiquiatra suizo que hizo camino en su profesión y que, a la hora de juzgar, fue certero como un compatriota suyo: el ballestero Guillermo Tell, personaje legendario de la independencia suiza. “Todos nacemos siendo originales y la mayoría acaban siendo copias”, aseguró el bueno de Jung. Y es ése, el peso de la copia, el que cae sobre nuestros hombros a medida que se cumplen años. El cineasta sueco, Ingmar Bergman fue más poético en su descripción de la vejez. “Envejecer”, dijo, “es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.
Qué hermosa es la teoría, qué despejado el paisaje. Sin embargo, da un no se qué hablar alrededor del envejecimiento el mismo día en que se supo que Yaneli Gonzales, pasada la frontera de los treinta, no cumplirá más años. Es la mujer asesinada ayer por un crimen de género. Su muerte nos dejó helados aunque algunas voces aseguran que al asesino le pasaba algo por la cabeza. La muerte en la flor de la vida . ¡Qué horror!.
Hablamos de cuidados de larga duración. En un mundo que avanza a pasos agigantados en tecnología y ciencia, los cuidados de larga duración a menudo quedan relegados a un segundo plano, como si fueran un tema tabú o un asunto que solo concierne a unos pocos. Sin embargo, la realidad es que todos, en algún momento de nuestras vidas, podemos necesitar este tipo de atención. Por ello, es fundamental abordar el tema desde una perspectiva humanista, que priorice la dignidad y el bienestar de las personas.
Los cuidados de larga duración abarcan una amplia gama de servicios destinados a apoyar a personas con discapacidades, enfermedades crónicas o en la etapa final de la vida. Dejarlos solos sería un crimen de poca humanidad.