BIBAO se ha convertido, en estos últimos días, en un infierno para Michael Phelps, en la tierra elegida para su destierro. Corro a explicarles que Michael es el nadador olímpico más laureado de la historia. ¿Qué diría hoy del paisaje que se dibuja en la villa, con todas las piscinas municipales cerradas por huelga salvo la que sobrevive en Azkuna Zentroa? Darse hoy un chapuzón en la villa se ha convertido en un artículo de lujo, algo insólito. Hoy digo, en pleno mes de agosto. Del autobús a las piscinas, el pueblo se ha convertido, en los últimos tiempos, en algo parecido a aquel saco de boxeo que atacaba con saña Rocky Balboa. El saco de las hostias, hablando en plata.
Anda el gentío con la mosca detrás de la oreja ahora que se ven obligados a nadar contra corriente, por mucho que la climatología colabore con un verano de baja intensidad en lo que se refiere a los calores. La sequía propuesta sobre la mesa de negociaciones es tremenda, dicen algunas voces. Hará falta un flotador para salir adelante en esta pelea, aseguran otras mientras la ciudadanía se vuelve loca para encontrar un momento de distracción, cuando no de recuperación, si se tiene en cuenta que la natación ejerce también una labor terapéutica. Cuánto cansa la protesta continua. Más que mil metros nadados a braza.
Dijo el poeta que hay dos maneras para desahogar el alma: llorando o nadando. Al paso que va el mes parece ser que se van a utilizar pañuelos a mansalva, mucho más que toallas. No ha sido en noviembre, no. Ha sido a finales de mayo. No por nada una huelga prolongada del personal de mantenimiento de Bilbao Kirolak, el organismo encargado de la gestión de estas instalaciones, tiene a la gente nadadora en tierra firme. La huelga, que comenzó el 20 de mayo, va prolongándose y prolongándose y la gente ya comienza a quejarse. Qué revoltoso el país este, donde tantas protesta influyen en el día a día del vivir como mandan los cánones.
Ya comienza a ser una pesada cruz ese mensaje que se pregona a pie de calle en los últimos meses. “Disculpen las molestias”, dicen los carteles pero se avecina un peligro de los grandes como siga subiendo la marea. Llegará un día en que será la inmensa mayoría de la población la que se ponga a molestar. Y eso puede traer consigo un oleaje de molestias que será difícil de placar. Cansa y cansa mucho tanta huelga.