HAY momentos en que la vida recuerda a un plato de huevos revueltos, es un tiempo en lo que todo parece enmarañado. Basta con que echen un vistazo a la página de hoy para comprobarlo: el caos de Bilbobus, con la huelga que tanto trastorno ha creado en la ciudadanía y el cisma de la Iglesia católica, tantas veces reflexiva y templada y ahora envuelta en una especie de telenovela, una de esas en la que en cada capítulo salta la sorpresa. No parece que todo tenga un pronto desenlace: no por nada, la plantilla de Bilbobus que lleva casi siete meses de movilizaciones y cinco semanas de huelga indefinida ha decidido mantenerse firme en la huelga y las monjas clarisas, en un asunto de tierras, reniegan del Papa y se suman a las filas de la Pía Unión de San Pablo Apóstol, encabezada por el falso obispo y excomulgado Pablo de Rojas Sánchez-Franco, con un antiguo barman como portavoz. Para completar el descojone ha sido un poeta de 71 años, Juraj Cintula, quien ha atentado contra el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico. Los chóferes empecinados, las monjas herejes y el poeta con alma de asesino. ¿No les decía? Todo revuelto en el plato.

Con independencia de hacia donde vuela el pájaro de la razón la huelga del autobús comienza a pesarle a la ciudadanía. Algunas voces se levantan contra la plantilla, otras critican a la empresa y unas terceras le piden al Ayuntamiento que garantice el transporte público. Un día de estos, el pueblo estallará de tanto usarlo en su protesta o en su extorsión, según se mire. Entonces sí que nos reiremos de la huelga, el cisma y el poeta loco. Porque cuando no es el transporte público es la enseñanza (verán en septiembre cómo florecerán las quejas del profesorado...) o la sanidad, siempre con la gente de a pie herida, un daño colateral de las mil y un guerras. Se ve venir una gorda.