ES una realidad: el Real Automóvil Club Vasco Navarro (RACVN) gasta nombre de aristócrata en cuestiones de conducción y pilotaje, si me lo permiten decir sí. Se han asomado ahora a los balcones de palacio para mostrar su disconformidad con la decisión de aplicar los nuevos manejos de la OTA sobre el automóvil. Su mensaje ha sido contundente: la nueva OTA “evidencia el afán recaudatorio, criminaliza el coche privado y dificultan la movilidad y vida de las personas”, una forma severa de decir que el coche urbano se siente herido.

La crítica es morrocotuda. Señala el aumento de la polución si se han de mover los coches con asiduidad y señalan a loa comercios como víctimas colaterales. Además, han considerado el nuevo sistema de OTA “afecta severamente al comercio local”, en la medida en que frente a la dificultad de acceder al centro, aparcar, sortear los límites de la ZBE quienes se vean afectados y conseguir no saltarse la limitación 30 y los embotellamientos que ésta produce, las grandes superficies se muestran como la “alternativa más atractiva” al comercio local, con parkings gratuitos y garantizados, facilidad de acceso e incluso la posibilidad de acercarse al comercio o sus zonas específicas a cargar la compra en su maletero si ésta es voluminosa.

No conceden ni un respiro a las revisiones de la OTA, a su nuevo funcionamiento. Es complicado buscar el punto medio, hallar el eje de equilibrio que permita que no decaigan el consumo ni el rodaje de los vehículos y que no crezca la invasión de los automóviles o no decrezcan las plazas de aparcamiento por la colonización de los vecinos. Se busca un centro de la ciudad que luzca como el sol, impoluto, y hay quien quiere ir a verlo a bordo de un vehículo, lo que suena a contrasentido. ¿Quién lleva razón en esta disputa? Resulta difícil decantarse en una sociedad que día tras día se transforma. Se ha montado todo un jardín.