LAS referencias más antiguas que hablan de la empresa Tarabusi se acercan casi a los ochenta años ya que se sitúan en 1944 cuando el arquitecto Francisco Hurtado de Saracho planteó un edificio que albergara la producción. En esta fecha se dedicaba a la fabricación de camisas y pistones para motores de explosión que comercializaba bajo la marca Borgo. Para finales de los años 40, recayeron en manos del ingeniero industrial Santos Olaizola Sarria, autor del único edificio que permanece en pie. Paralizada la actividad de la empresa en 1978, la mayoría de las instalaciones fueron derribadas en la década de los 90, utilizándose el solar como depósito municipal de vehículos.

Era, como ven, un espacio hijo de la industrialización, al propio de la primera mitad del siglo XX, cuando las fábricas de ese estilo eran motor de empuje de Bizkaia. Aquel universo se evaporó merced a la reconversión industrial, desapareció de la faz del territorio y buena parte del mismo se quedó como testimonio. Casi como las ruinas de Roma.

Pero, abracadabra, se anuncia ahora que el histórico edificio Tarabusi abrirá sus puertas en 2026, alojando el Centro Vasco de Inteligencia Artificial (IA), una proclama que se presenta como el primer paso del primer parque tecnológico de Bilbao, un pequeño paso para el hombre y gigante para la humanidad de Bilbao, dicho sea con permiso de Neil Armstrong, la NASA y el primer alunizaje con seres humanos de la historia. Frente a la IA algunas de las personas que vivieron ese mundo aplicarán a esta noticia la inteligencia emocional, esa que se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos influyen. El recuerdo de lo que allí se vivió tal vez se influya sobre su opinión pero estamos destinados al progreso, el camino que nos lleva al mañana.