LAS historias épicas son aquellas que discurren en lucha contra las adversidades y cuando los elementos de nuestro alrededor no parecen favorecernos. Dice la gente que se dedica al estudio y análisis de los quehaceres humanos que la fortaleza mental y la fuerza del corazón nos guía y nos mantiene vivos a pesar de las dificultades. No siempre se puede. No siempre uno tiene tiempo ni recurso para hacer frente al ataque de la vida.

No sé cuál fue la actitud del joven agredido en Amorebieta-Etxano pero la suya es una historia salvaje, extrema, en la que una banda, una bandada de gente desatada y enfebrecida se lanzó a por su vida de manera descarnada. Quienes han visto algunas de las imágenes hablan, incluso, de un individuo persiguiendo a la víctima para abrirle la cabeza. Viven la vida extrema, desprecian la prójima y se regodean en la exaltación de la violencia. Saber el porqué es todo un desafío. Lo cierto es que Alexandru Andreu, con 23 años, fue atacado por la banda de los Hermanos Koala, un nombre muy poco delincuente, si me lo permiten decir así, si se juzga la imagen apacible que transmite el animalillo. A la hora de utilizar un nombre animal que les identifique hay otra que encaja mucho mejor: bestias pardas.

Ahora que se anuncia el juicio contra los agresores para el próximo mes de enero uno recuerda aquel 25 de julio de 2021. Trataron a Alexandru con ley sumaria, sin posibilidad de defensa alguna. Todavía quedará alguien –alguno conozco...– que hable de la gente a la que la vida le ha arrinconado hacia el mal, como exculpándole. Como le escuché una vez a la genial Mafalda me quedo con una idea: al próximo que me diga eso de que del sufrimiento se aprende le suelto una paliza... ¡para que repase conocimientos! Si la vida les vapuleó no tienen derecho a la venganza. Recuerdo la escena de La Misión en la que se decía que “si la violencia es lo que cuenta, entonces no tengo fuerzas para vivir en un mundo así”.