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El sacacorchos

Jon Mujika

El lado práctico de la vida

FUE Confucio quien tuvo la sensibilidad para verlo. Un pueblo cansado terminará buscando un mesías antes que un gobernante, advirtió. Así que antes de que la villa se sienta fatigada en este otoño para el que hablan y auguran fatalidades ha hecho bien el Ayuntamiento apartando un dinero para darle el gusto al pueblo, accediendo a un puñado de necesidades que han puesto encima de la mesa, firmadas de su puño y letra. Así verá la gente que, en algunas ocasiones y en situaciones puntuales, sus deseos son órdenes.

No quiere decirse, válgame Dios, que estas iniciativas surgen a orillas de las próxima elecciones municipales, aunque siempre habrá quien lo piense. Se equivoca. No en vano, no es el primer curso que ocurre algo así. Es ofrecerle al pueblo un brazo para ir de la mano porque el pueblo siempre es más, algo más que la ciudad. El pueblo asegura el abrigo inmediato de lo colectivo y lo inmemorial, el halago de compartir valores ancestrales. La ciudadanía, por comparación, ofrece poco más que intemperie, y cada una de sus ventajas posibles está sometida al contratiempo de la responsabilidad y la incertidumbre. El pueblo busca soluciones para toda una vida y la ciudadanía ha de conformarse con salidas dignas hasta próxima legislatura.

Así que no es extraño que al repasar las cuentas de peticiones uno observe el lado práctico de la vida que se impone. Bancos y paseos; iluminaciones y columios; naturaleza, cuidado de animales y red de wifi; asistencia a los más necesitados con acciones fundamentales y fomentos de hábitos de vida saludables; espacios para el arte, la naturaleza o las huellas de la memoria histórica. Son asuntos, todos ellos, que no nacen de una asamblea ciudadana (o sí, que tampoco la ciudadanía es un mueble...) sino cosas de las que se habla en la mesa a la hora de comer o en el bar al compartir un vino o un café: son cosas del pueblo.

Es cierto, que siempre que se avecina el fin de curso de un ciclo, siempre hay un remanente extra en los presupuesto, un dinero que se gaste a última hora para dejar a quienes vengan por detrás el horizonte despejado. ¿Acaso no tiene el pueblo llano el derecho a sacar tajada de vez en cuando? Claro que sí. No se trata de una concesión que nace de la misericordia ni de la caridad. Es la idea de darle a ese dinero un uso justo. Y este que se anuncia parece uno de los más justos.