USÓ la misma técnica que empleaba “para matar a los animales de su granja”, según confesó a lo largo del juicio la bestia parda. La misma que con las cabras, las gallinas, los conejos o con los cerdos, qué sé yo. La misma para matar a su esposa y a su hija. A lo que parece, la bestia parda es un animal de costumbres. Ahora es el jurado popular el que ha de decidir si el doble crimen de Abanto fue asesinato u homicidio, habida cuenta que, según los cánones de la ley, ambos delitos tienen castigos diferentes por mucho que la pena que provoquen sea la misma: insuperable. Imagino que las siete mujeres y los dos hombres que han de decidir tienen ante sí una papeleta morrocotuda. Juzgar la maldad lo es.

Se puede confiar en malas personas... nunca cambian. Hay gente que lee mal el mundo que le toca vivir y luego dice que es el mundo el que le engaña, que es la realidad la que le equivoca. Son malos por naturaleza, como otros son rubios o con los ojos verdes. Aquella mente preclara del siglo XIX, Friedrich Wilhelm Nietzsche (sorprendente aquella sentencia suya que decía “el hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza”), lanzó una advertencia que bien pudieran tener en cuenta en el jurado. “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.” Sean justos, compatriotas, hasta donde sepan y puedan. Intenten serlo pero cuídense.

Y tengan cuidado también ustedes. Y hasta yo mismo, que la curiosidad siempre se agradan cuando merodea por estos escenarios. La prensa diaria o la literatura de altos vuelos, pasando por la prensa amarilla o los libros de usar y tirar, siempre se detienen ahí: en el crimen. Para saber el cómo, los quienes y los porqués. Quiero pensar que lo hacemos porque es algo que nos parece un imposible. La bestia parda igual pensaba lo mismo.