SON dos artículos, las flautas y las migas, protagonistas de nuestros cuentos infantiles que encajan a la perfección con la historia a analizar. No en vano, los caminos escolares (infantiles, más bien...) aparecen en los relatos de los hermanos Grimm, dos alemanes que se aferraron al auge del romanticismo durante el siglo XVIII, capaz de revivir el interés por la tradición de los cuentos orales. En al menos dos de aquellos relatos, Hansel y Gretel y El flautista de Hamelin (hay un tercero, Caperucita roja, pero fue escrito en primer lugar por Charles Perrault y más tarde retocado por los hermanos...) se habla de las caminatas infantiles. Hamelin fue capaz de hipnotizar a la infancia para que le siguiesen a su compás; el joven Hansel quiso tranquilizar a su hermana señalizando el camino de regreso a casa con migas de pan (que se comerían las aves, lo que propició que se perdieran...) y Caperucita habló con extraños –el lobo, en este caso...– camino de visita a casa.

Como ven, desde tiempos inmemoriales han preocupado los caminos de la infancia. Con el objetivo de adaptar las rutas de ida y venido a la realidad específica de cada centro escolar, el Ayuntamiento de Bilbao maneja una serie de objetivos que pretenden alcanzaron el diseño de los caminos escolares. Construir un entorno amigable que garantice, en lo posible, el acceso del alumnado a los centros educativos con las máximas condiciones de seguridad y confort; potenciar su autonomía en sus trayectos cotidianos y mejorar la salud general a través del fomento de hábitos de vida saludables como el desplazamiento con modos de movilidad activa (bicicleta y a pie) de niños y residentes y, en caso de necesidad, la aplicación de un uso racional del vehículo privado. Se quieren abrir vías de paso a un futuro más sostenible y es buena cosa esa para espantar los sustos de aquellos hermanos. l