QUEDAN unos metros para la meta y cada uno de los atletas tienen su plan: para algunos la aceleración in extremis, el viejo sprint de toda la vida; para otros, la resistencia de esos dos o tres metros que lleva por delante; para unos terceros, la consecución de un puesto, vista la imposibilidad de llegar el primero. Son, como les digo, momentos intensos. Ayer, escuchando el pleno municipal, se dedujo que cada uno de los proyectos tiene su distancia. Y, como dijo el alcalde, Juan Mari Aburto, está siendo una legislatura del acuerdo y del recuerdo. Quedan los últimos metros, ya les dije. Y será entonces cuando aparezcan en las pantallas las clasificaciones. Suerte a todos.

Se habla de un Bilbao en transformaciones, antes de que se celebren las elecciones municipales de mayo. La reducción de la temporalidad entre los trabajadores municipales o los alojamientos colectivos para las familias afectadas por desahucios; el despliegue de los bidegorris como caminos hacia el futuro o la creación de la ciudad del basket; se pretende una ampliación necesaria de la red de haurreskolak o de la resurrección, a la moderna, del pabellón de La Casilla. Se habla del mal sueño del covid que va quedando atrás y de la pesadilla de la crisis energética que nos deja el panorama del futuro sembrado de incertidumbres. Se habla, se habla y se habla. Hay tanto sobre la mesa de los despachos.

No conviene, eso sí, juzgar este último tramo como si fuese un punto final. Es lo habitual cada vez que entran en juego los parámetros electorales. Que los actuales gestores y sus aliados hagan lo posible hasta el último minuto. Ese es el deseo. Pero su legado no será perfecto ni catastrófico. Nunca lo son, salvo en casos excepcionales. El deseo es que dejen las cosas prestas y dispuestas para seguir dando pasos.