Ahora, cuando la temporada entra en la hoguera que ya crepita y el fuego alcanza una altura encomiable; ahora es cuando conviene sacar de la recámara eso que llaman el factor sorpresa, un recurso que puede guiar al Athletic al paraíso que le espera, a nada que no se tuerzan las cosas. En verdad, los leones se han movido este año con sustos morrocotudos y alegrías que van más allá de lo esperado. Y si no se intuía la temporada en gris de Gorka Guruzeta, menos se esperaba la presencia de un elefante en una manada de leones, es decir la llegada de Maroan, un delantero de corpulencia y recursos que, día tras día, encandila más a los aficionados. Y si no era previsible la eliminación de Copa con un partido torcido en San Mamés ante Osasuna, tampoco se soñaba con la hermosa cabalgada de los hombres de Valverde en las praderas de la Europa League, por donde los rojiblancos se han movido con la destreza de un capitán en el campo de batalla. Tampoco entraba en los cálculos.
A medida que Jauregizar se ha ido adueñando de las tierras más fértiles del fútbol para convertirse en poderoso latifundista han crecido malas hierbas en las gradas, con los desagradables episodios de forzado silencio vividos en la Herri Harmaila. Se ha hablado, durante toda la temporada, de la enorme dificultad de conjugar diversas competiciones y en las horas decisivas el Athletic no ha sufrido el previsible desgaste. Es más, aspira de manera legítima, a consagrarse como equipo Champions mientras que, eso sí, los radicales (hemos de evitar llamarles “afición athleticzale”...) sembraron el horror en Roma, donde recordaron a un dragón que escupe fuego con el triste episodio de las bengalas, o en la explanada de San Mamés, donde de nuevo provocaron trifulcas.
Si suman y restan verán, con todo, que se vive un año apasionante y curioso. Por ejemplo, el hombre que menos continuidad ha podido encadenar es el máximo goleador del equipo, otra rareza. Más de una vez Valverde escondió el plan. Pero el factor sorpresa no solo se limita a las alineaciones. En la clasificación de una competición, los giros inesperados son la norma. Equipos que parecen condenados a la brega pueden resurgir como fénixes, mientras que los favoritos caen en la trampa de la complacencia. La historia del fútbol está llena de relatos de equipos que, con un espíritu indomable, han logrado lo que parecía imposible. En eso estamos.