A Gaizka Urresti (Portugalete, 1967) le gusta emocionar con su cine. Y lo consigue. Ganador de dos Goyas por el documental Labordeta y por el cortometraje Abstenerse Agencias, acaba de estrenar en el cine Eloy de la Iglesia, adicto al cine, en el que reivindica su figura más allá de los prejuicios, subrayando cómo su vida y su obra reflejan las tensiones del tardofranquismo y la transición española.
¿Por qué un documental de Eloy de la Iglesia?
Empezó siendo un encargo de Oihana Olea, la sobrina del director Pedro Olea. Hace tres años, me lo planteó y pensé que se podía hacer un documental emotivo de un personaje no realmente bien conocido. Además, creo que hacía falta un poco de distancia para entender lo que supuso Eloy en el cine de los años 70 y 80 y para entender la tragedia que tuvo con la heroína y con las relaciones sexoafectivas.
Él se definía como “comunista, drogadicto, cineasta, provocativo y maricón”.
Para entender su cine y para entenderle hay que tener esto en cuenta. Él era, por un lado, comunista, algo que en los 70 en el cine era muy habitual. En sus películas siempre hay una denuncia social y una intención de transformar la sociedad con el cine. Maricón porque fue el primero que mostró en España en la gran pantalla la vida de un homosexual con sus dificultades, buscando relaciones de forma prohibida. Cineasta, por supuesto, porque ahí están sus 21 películas, y drogadicto porque pasó de ser un director exitoso, con reconocimiento, a caer en la adicción a la heroína, lo que le llevó a estar apartado del cine 15 años. Su cine formaba parte de su propia vida.
Acabó siendo un personaje molesto para todo el mundo, para todos los partidos políticos y en todos los momentos.
Fue molesto para el franquismo, fue molesto durante la transición, porque El diputado (1978) era una película en la que José Sacristán recreaba a un político de izquierdas y homosexual que tenía un amante jovencito. Y fue molesto cuando se metió en la droga y presentó al hijo de un guardia civil junto al de un abertzale en El pico. Pero ante todo fue un director valiente, transgresor, combativo contra la censura, que buscaba siempre los límites de la libertad de expresión. Un cronista de la parte más oscura de la transición, que cayó en los infiernos de la drogadicción y durante más de una década fue olvidado y, en ocasiones repudiado, pero logró salir del ostracismo para volver a hacer cine, esa adicción de la que jamás pudo ni quiso desengancharse, lo que nos ha permitido disfrutar de sus películas.
De sus largometrajes, quizás el que más éxito tuvo y el que más escandalizó fue ‘El Pico’, en el que mostraba la dura realidad de la heroína en el Bilbao de los años 80.
Fue una de las películas que más escandalizó en España en aquella época, y, sobre todo, en Bilbao porque mostraba el tema de las adicciones, la teoría conspiranoide de la Guardia civil favoreciendo el consumo de la droga para adormecer a una generación de jóvenes, la violencia política... Fue muy impactante, además rodada en una época en la que apenas se rodaba en Euskadi. De lo que llaman la época quinqui, es su película más redonda.
Y para Gaizka Urresti, ¿cuál es su película más importante?
Hay que dividir su cine en tres etapas, de la de antes de la muerte de Franco, cuando hacía películas de género, incluso policiacas, un poco gores, intentando trascender la censura, me quedaría con La semana del asesino. Es un filme turbador, sórdido, cuando lo vi me exploto en la cabeza.Y de la época de la transición, sin duda, El diputado, porque tuvo la capacidad de ofender tanto a la izquierda como a la derecha. Eloy tuvo una gran virtud: escandalizaba pero llevaba a la gente al cine. De su última etapa, la de La estanquera de Vallecas, Navajeros... me quedo con El pico 1, porque estaba rodada aquí y relata un Bilbao que ya no existe.
¿Cómo ha envejecido su cine?
Estoy sorprendido porque pensaba que este documental iba a interesar a la gente de nuestra generación, que conocíamos sus películas, pero están viniendo al cine muchos jóvenes interesados sobre todo en su etapa de cine quinqui. Se sienten fascinados por estas películas; narrativamente están muy bien construidas, pasan muchas cosas, tienen mucho ritmo y eso hace que hoy en día sigan siendo entretenidas. Y a la gente joven le sorprende esa transgresión, esa libertad con la que Eloy hacía las películas, que no hay en la actualidad, que están más autocensuradas. También es verdad que si alguien hiciera ahora este tipo de películas, quizás no serían un éxito porque la sociedad ha cambiado. Ni tampoco se tiene la necesidad de ver lo que antes no se había visto en 40 años en la pantalla.
Aute, Buñuel, Labordeta, Eloy de la Iglesia... Le gusta llegar a lo más profundo de los personajes.
Como no me considero tan interesante para contar mi vida, cuento la de otros. Siempre he elegido personajes que son ejemplificantes, pero en el caso de Eloy de la Iglesia tiene también sombras, aunque el espectador cuando salga del cine no sé si saldrá queriéndole, pero sí entendiéndole.
¿Y cuál será su próximo documental?
Estoy a punto de terminar un documental sobre un cineasta casi antagónico a Eloy que es José María Forqué. Además, me interesa el tema de los cuidados paulativos, en el que Euskadi ha sido pionero a través del hospital San Juan de Dios. Y estoy también con otro proyecto que indaga la relación de Goya con Zuloaga porque los ancestros de Goya también eran vascos. Los caseríos de los antepasados de ambos pintores estaban en Gipuzkoa, separados solo por unos kilómetros.