¿RECUERDAN los viejos discos de vinilo...? Más de una generación no los ha conocido en su plenitud pero fueron, no lo olviden, todo un lujo para la música. Un clásico que se acariciaba con gamuzas para evitar rayones, que se guardaban en estuches cuyas portadas eran, en según qué caso, obras de arte y cuya música se escuchaba, con una calidad especial, merced a la reproducción analógica en un tocadiscos. Hoy viven una segunda juventud. No en vano, en su primera vida ya se intuía que serían inolvidables.

¿Puede compararse su vida con la del viejo Athletic que nació con fuerza, hace ahora 125 años, y hoy late de nuevo con fuerza, generando una ilusionada expectación? “Sí, se puede”, como dice ese grito de aliento que se lanza al unísono para animar a las grandes gestas en el deporte. Hemos escuchado la cara A de la temporada y no dejamos de mover el esqueleto. ¿Será igual de buena la B? Este Athletic invita al baile y parece que incluso queda corto el desafío de jugar en Europa la próxima temporada. Ahora se hacen cálculos con la Champions League y los más audaces, tras haberle escuchado a Ancelotti en sus elogios o a Míchel en sus aplausos, ya sueñan con la Liga. Madre del amor hermoso.

Más allá de las condiciones físicas y de las cualidades técnicas, por encima, incluso, de las habilidades estrategas de Valverde y su equipo, el Athletic de los vientos del Norte, ese que sopla, sopla y sopla ha de aferrarse al espíritu para ver hasta dónde llega. El camino está siendo hermoso y para los athletitzales debiera ser suficiente este fabuloso viaje, con el nuevo San Mamés envejecido con el fútbol corajudo del otro y el Athletic ganándose el respeto allá donde va. El respeto y el asombro.

El espíritu, les decía. ¿Y qué es el espíritu? ¿Acaso no ven cómo sus compañeros mantean a Iñigo Ruiz de Galarreta por su reciente paternidad como si fuese uno de la familia? Ése es el espíritu. El de quien anima al que juega y espera su turno para demostrar que está listo para la batalla; el de quien da por encima de lo que se le pide (el coraje de ese aprendiz de león, Unai Gómez, en el remate de cabeza frente al Las Palmas demuestra que ya es uno más, que ya está listo...); la fe de los cuatro de arriba, que buscan el balón con hambre de gol y sed de gloria, con velocidad, olfato, empuje infinito y visión panorámica; la flexibilidad del medio campo, que lo mismo puede armarse para la defensa de la fortaleza que lanzarse a campo abierto para la conquista de la siguiente tierra que pisen, sin miedos ni desmayos; el blindaje de una defensa que superó el vértigo que provoca el sentirse el último, también porque el guardián les alivia. Así se forjan los sueños.