CUALQUIERA diría que el poeta Mario Benedetti escribió aquellos versos para el Athletic cuando los leones se enfrentan, como este domingo, a grandes desafíos. El poema se llama Vuelve a empezar y dice algo así como “Aunque sientas el cansancio/ aunque el triunfo te abandone/ aunque un error te lastime/ aunque un negocio se quiebre/ aunque una traición te hiera/ aunque una relación se apague/ aunque el dolor te queme los ojos/ aunque ignoren tus esfuerzos/ aunque la ingratitud sea la paga/ aunque la incomprensión corte tu risa/ aunque todo parezca nada/ vuelve a empezar”.

Hoy la ocasión es otra, hoy cuando el Athletic ya sabe que no influirán las fuerzas del Camp Nou, esa insoportable gravedad del ser que atrae a tantos equipos con su escala –ese estadio tan sobrecogedor que parece inarbarcable...– y los fulmina, ya se siente una sensación de alivio. El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae. Y el Olímpico de Montjuic, con todos los respetos, no tiene esa misma profundidad que el Camp Nou.

Es el regreso de un tiempo entre costuras (dicho sea con permiso de la escritora...), de unos días en los que el Athletic ha trabajado en la recuperación de lesionados (Ruiz de Galarreta y Nico Williams aceleran a pasos de gigante...) y se lamenta por la lesión de Yeray, cuya caída no había dado esa sensación de gravedad que ahora se conoce. Es el regreso del Athletic a una competición donde se ha movido demasiado tiempo en el casi. Es bien sabido que el Barcelona no es una cómoda piedra de toque pero tampoco lo ha de ser el Athletic este domingo. Hay que ir a Barcelona con espíritu de Gengis Khan, con la convicción de que no hay nada escrito en el minuto uno de partido. ¡Ay!, si los leones fuesen capaces de axfisiar al Barça en esos primeros lances y asustasen de salida. Entonces, créanme, sería posible volver a empezar.