LA esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien sino la certeza de que algo tiene sentido. La tan cacareada filosofía del Athletic que tantas veces se ha pregonado como ejemplo ha de manejarse con esa idea, con el firme propósito de que la dirección es siempre la misma, salgan o no salgan las cosas. El tiempo ha demostrado que esa filosofía fortalece el corazón del club y, por extensión, del equipo pero no siempre sucede lo esperado, no siempre se saca rédito de esa comunión con el pueblo. Ser del Athetic, lo hemos aprendido con el paso de los años, es saltar por encima de las limitaciones, es agrandarse y escribir hermosas páginas en los libros de historia del fútbol. Es lo que se espera, es lo que se sueña.

En los últimos años –y en el curso actual los primeros pasos van por el mismo derrotero...– el Athletic parece abonado a la teoría del casi. Tantas veces nos hemos quedado, querida familia rojiblanca, a unos centímetros de la clasificación esperada o del título de Copa, a un gol salvador o triunfante en tal o cual partido, a un cero de más en el talonario para reforzarse con los mejores fichajes posibles (aquello del “crack del vecino” que dijo un viejo presidente...) que uno tiene la sensación de que algo se difumina, de que algo se pierde para siempre.

Ahora, cuanto toda la temporada está por hacerse y el equipo ha empezado con buena planta, conviene espantar la teoría del casi. Desde los despachos han anunciado que el Athletic estuvo a un paso de recuperar a Laporte o de fichar a Azpilicueta, váyase a saber con qué cartera. Casi, casi y casi. Desde el vestuario se habla del viento de Mallorca en ese casi isleño y la afición hace cuentas en el centro del campo: le sale más experiencia por la edad que vigor y bendita locura de empuje por la juventud. ¿O acaso Ruiz de Galarreta –juega, eso sí, como tantas veces soñamos que jugaría cuando brotó de Lezama y debutó con Bielsa...–, Vesga, Dani García o Ander Herrera atraviesan la feliz juventud de los treinta...? A Sancet le falta un casi pequeñito para traducir su buen juego en goles y a Muniain un casi algo más grande para ser el que fue. Siempre a un paso.

¿Es acaso ese un déficit propio y exclusivo del Athletic? No lo creo. Son problemas propios de la clase media del fútbol. Y es ahí donde el Athletic debiera tratar de diferenciarse en base al espíritu de su idea. No basta con sentirse miembro de un equipo singular, no es suficiente. Hay que ejercer de alguien especial. Las teorías actuales hablan del fútbol de cantera como de un vestigio del pasado, un recuerdo de cuando todos éramos otros. ¿Puede el Athletic conformarse con esa señal diferencial? Creo que no. No basta con ser o sentirse diferentes. Hay que demostrarlo con el viejo empuje, con las viejas armas que aún valen.