ES el momento del despegue, el tiempo en que el Athletic ha de olvidar las certezas de su suelo y alzar el vuelo si quiere que la presente temporada acabe como empezó, con la ilusión por las nubes. Tiene ante sí su primer Cabo Cañaveral, Mestalla, un campo de minas en los útimos años de liga y tierra de labranza en la Copa, donde consiguió su clasificación para las semifinales de la Copa hace apenas unos días. Desde entonces el Valencia ha ido a peor y ahora les aguarda como un animal herido, con sus últimas fuerzas dedicadas a la defensa de la historia que se le cae de las manos.
No hay piedad, no puede haberla si el Athletic quiere coger el camino que lleva Europa. No puede lucir el corazón sensible de Henry Fonda en aquella película de mediados del pasado siglo, Doce hombres sin piedad, ¿la recuerdan? Piter Lim no es un inocente acusado y los leones habrán de aplicarse con voracidad si quieren romper su particular barrera del sonido lejos de San Mamés, donde rara vez se les oye tras el comienzo de temporada. De nuevo en los orígenes de la campaña, cuando todo parecía posible.
De la fría semana nos han llegado un par de rayos de sol. Iñaki Williams parece haber superado la lesión que cortó, de raíz, su largo camino en la liga y los tribunales han escuchado al Athletic, rara costumbre, en sus apelaciones a la primera tarjeta a Yuri Berchiche frente al Cádiz. Son síntomas. Puede que el viento role y sople de nuevo a favor, como entonces. Allá en el horizonte de los despachos vemos cómo habrá de armarse el Athletic del mañana. Europa sería de ayuda. En ello hay que trabajar desde hoy.