EN los viejos tiempos jugó en el Athletic “la segunda mejor cabeza después de Churchill”, ¿se acuerdan? Así le llamaron a Zarra, un rematador inclemente. Desde entonces han pasado por el equipo un sinfín de testas  coronadas -Fidel Uriarte, Carlos, Urzaiz o Aduriz, pongamos por caso aunque hubo más, muchas más...- capaces de desplegar un buen juego de cabeza. Hoy no hay en el primer equipo cazabombarderos B2 de esa altura; es un Athletic de infantería que juega a las guerrillas, metiendo al rival en un dédalo de emboscadas, apretándoles hasta la asfixia. Por lo visto hasta ahora, el general Valverde ha dado con la estrategia que mejor le encaja.

No es esta una crónica de nostalgias -bueno, un puntito sí, si quieren...- sino una reflexión en torno a otra cabeza, la más necesaria para jugar al fútbol con los pies. Basta con escucharle ayer miércoles a Yuri Berchiche soltar la dolorosa confesión -“hace mucho que no disfruto jugando al fútbol pero me sigue gustando”- para calcular que, más allá de los dolores, el hecho de encadenar lesión tras lesión le ha afectado al músculo mas necesario para rendir sobre el terreno de juego: el ánimo. Ven, de nuevo la cabeza aparece en escena. 

Apenas a dos pasos de que se parta en dos el campeonato por el mundial, el Athletic de hoy llega a esta curva cargado de esperanzas para mañana, con la vista puesta en Europa por clasificación y juego y con tres partidos por delante de esos que se llaman, siempre sea dicho con cautela, asequibles. No en vano, antes de que el fútbol de competición entre clubes gire el cuello y fije su mirada en Catar, el Athletic ha de medirse frente al Girona y el Valladolid en Liga y el Alzira en la Copa. Como es habitual entre las aficiones, ya ha comenzado el cuento de la lechera. Los cálculos de la calle son morrocotudos: 27 puntos en Liga, colocados en Europa (los más animosos apuntan, incluso, a plazas de Champions League...), y en la siguiente ronda de Copa. 

Para ello los hombres de Valverde habrán de aplicarse bien y activar su cabeza, como les decía, para desplegar un buen juego. Sacudido el polvo de la necesidad de victoria en un mes de octubre lleno de laberintos, los jugadores tienen ante sí un hermoso reto. Ya sé, ya, que durante muchos años se ha repetido la misma cantinela: cada vez que el Athletic está a un paso de dar un salto hacia delante tropieza. Le hemos visto caer en los últimos metros más de una vez dejando en el aire la sensación de que faltaba un punto de ambición. Quizás Valverde, que no acostumbra a hacer castillos en el aire, tenga la fórmula y les mantenga en el empuja que te empuja que tan buenos resultados ha dado. Si mantienen la cabeza fría nos van a poner calientes, dicho sea sin segundas.