OS últimos días han hecho coincidir datos oficiales y estadísticos sobre la evolución del empleo que muestran una evolución positiva en Euskadi (y en el conjunto del Estado), que se complementa con un incremento en el número de afiliados a la Seguridad Social que la lleva a cifras de récord. Una evolución tan positiva que no debe llevar a perder la perspectiva de dos hechos difícilmente cuestionables. El primer de ellos tiene que ver con el ritmo de reducción del desempleo. Los acicates de la economía no son los mismos en periodo de reactivación y tasas bajas de ocupación que en fases más maduras. En el caso de Euskadi, la reducción de tasas de paro por debajo del 10% -concretamente el 8,7 según la última encuesta de ámbito estatal (EPA) y del 9,1 según vasca (PRA)- da lugar a un ciclo de consolidación de ese empleo, en términos de calidad y estabilidad laboral, frente a la necesidad de nuestro entorno de reducir su propia tasa, que sigue cinco puntos por encima de la vasca -13,65% en el Estado (EPA)-. La reducción de la temporalidad y la sostenibilidad socioeconómica del colectivo empleado son retos vigentes. El segundo aspecto al que es preciso atender es el hecho de que, con independencia de la evolución reciente del mercado de trabajo, estamos ante un cambio de paradigma económico en términos de capacitación tecnológica, digitalización y sus aplicaciones en ámbitos tractores como la energía, la salud y el medio ambiente. Esto implica la imperiosa necesidad de una adaptación formativa que en ocasiones se pierde de vista en el debate, centrado en el acceso al empleo y no en los requerimientos de los perfiles asociados al mismo. Es un asunto educacional y de formación continua ocupacional que no tiene tanto que ver con el pulso teórico de supeditar o no la educación a las necesidades del mercado como con la evidencia de que, en el conjunto del Estado y con más de 3 millones de personas en paro, haya varios centenares de miles de empleos en oferta vigente y en previsión de constituirse que no se cubren en sectores industriales y tecnológicos por falta de personal formado. Un modelo laboral más eficiente y de mayor valor añadido depende de una transformación integral de la actividad: desde la inversión y la financiación a la cualificación de las personas que están llamadas a formar parte de él.