A decepción es proporcional a la expectativa y en lo que respecta al discurso anual del jefe del Estado es preciso admitir que se nos ha acostubrado a manejarnos con listones bajos. Los espacios comunes en los que se desenvuelve habitualmente el pronunciamiento navideño del rey Felipe no dejan espacio a la ilusión, por lo que la decepción es limitada pero sí reiterada. Este año volvía a haber un cierto morbo generado por la especulación del retorno del rey emérito, cuyo "exilio" voluntario no tiene nada de edificante al estar motivado por sus actuaciones personales vinculadas a la fortuna amasada en secreto. El discurso de su sucesor pasó de puntillas por el asunto, como cabía esperar, dejando un clamoroso y revelador silencio para quien quiera escucharlo. Del mismo modo que parece haber decidido proteger a la institución con un muro de distracciones, sin hincar el diente a su legitimación con un mínimo de ejemplaridad, también sigue sin encararse la gestión de la relación de las naciones del Estado entre sí. En este sentido, el silencio repetido es una negación que afecta tanto al jefe del Estado como a los sucesivos gobiernos de PP y PSOE. Porque nadie espera un posicionamiento unilateral del monarca en relación a la realidad territorial y precisamente por eso, sus huidas de esa realidad son las de los Ejecutivos. Euskadi y Catalunya adquieren una relevancia en el discurso político de los partidos de ámbito estatal como mecanismo de desgaste entre ellos pero sin el debido reconocimiento y voluntad de canalizar sus circunstancias reivindicativas, legitimadas una y otra vez por mayorías democráticas, hacia un escenario de estabilidad en las relaciones con el Estado. Es un problema que alcanza todos los aspectos de la actividad política, como acredita el reciente acuerdo de reforma del marco laboral, en el que de nuevo se han obviado las mayorías sindicales, las estructuras empresariales y las dinámicas productivas de la especificidad vasca. Está a tiempo el Gobierno de Pedro Sánchez de introducir en el procedimiento de reforma la demanda sostenida de aceptación del marco vasco de relaciones laborales mediante la prevalencia de los convenios autonómicos, mucho más acordes a la realidad más cercana, sobre la generalización de los estatales. No hacerlo será una nueva decepción y enquistar otro problema.