A Conferencia de Presidentes convocada por Pedro Sánchez es en sí misma el síntoma de una gestión equivocada de los tiempos y las prioridades en pandemia. A 48 horas de las celebraciones navideñas, el encuentro tiene más visos de resultar irritante y cosmético que útil. Irritante porque, de salir de él medidas contundentes para frenar la evidente expansión de los contagios, los márgenes de su aplicación van en contra de la percepción social que se ha alimentado en las semanas precedentes. Una percepción que se ha construido sobre la prioridad de proyectar tranquilidad más que realismo. El inicio de la escalada de contagios semanas atrás ya auguraba el pico de la ola en estas fechas. En paralelo, la evidencia de que las medidas unilaterales que pueden adaptar los gobiernos autonómicos en materia de restricción de la movilidad, horarios y aforos es un ejercicio de inseguridad jurídica lo acredita el hecho de que el marco legal para su aplicación es de ámbito estatal, compete en su caso al Gobierno del Estado y, por decisión del Tribunal Constitucional, implica una medida extrema en la restricción de libertades que difícilmente se va a atrever a aplicar el Ejecutivo de Sánchez. En ese sentido, la falta de iniciativa legislativa de marco estatal y el celo cuestionable en la interpretación del Alto Tribunal son una pinza demencial que deja muy mermadas al resto de instituciones. Adicionalmente, el encuentro de presidentes va a retratar que las medidas a adoptar están inspiradas en algunos casos más por la conveniencia que por la inteligencia. Mientras Iñigo Urkullu se verá secundado por otros presidentes autonómicos en la demanda de medidas más amplias, Isabel Díaz Ayuso reclamará reducir al mínimo las medidas preventivas, contra todo criterio científico y contra la propia realidad de la Comunidad de Madrid, donde el Consejo de Directores de centros de enseñanza ha pedido enviar ya a casa a los alumnos al desbocarse los contagios. Con este marco, es aún más complicado demandar de la ciudadanía que asuman las restricciones y medidas de autoprotección que los líderes políticos someten a un debate de conveniencias e imagen, soslayando el criterio técnico de epidemiólogos y de la Organización Mundial de la Salud. La ciudadanía tendrá que demostrar una madurez superior y no ceder también a la inmediatez de sus deseos. El precio puede ser muy caro.