AS lluvias "extraordinarias", según las calificó ayer Euskalmet, que han caído de manera ininterrumpida durante más de veinte días, unidas al deshielo tras las nevadas anteriores, han provocado un igualmente excepcional crecimiento del caudal de los ríos, que han alcanzado niveles históricos no registrados en cuatro décadas incluido su desbordamiento, que ha tenido como consecuencia importantes inundaciones, afecciones a carreteras, viviendas, vehículos y cultivos y desprendimientos tanto en la comunidad autónoma vasca como en Nafarroa. En el caso de la comunidad foral, que parece haberse llevado la peor parte, hay que lamentar, además, la pérdida de dos vidas humanas. Aunque las riadas son relativamente habituales, las circunstancias derivadas de la concatenación de diferentes fenómenos meteorológicos adversos y la intensidad, duración y continuidad de las últimas lluvias -en la vertiente cantábrica se han superado los 400-500 litros por metro cuadrado- han ocasionado graves daños y han alterado la vida de miles de personas, muchas de las cuales han sufrido importantes pérdidas. Estas consecuencias, aunque desiguales según los territorios afectados, han generado preocupación en la ciudadanía y deben encender las alarmas de las instituciones. Es cierto que las previsiones ya advertían de lluvias intensas y que los sistemas de alertas, en general, funcionaron. Pero a la vista está que no es suficiente. En los últimos años, las actuaciones preventivas realizadas por las administraciones en materia de infraestructuras, encauzamientos y ensanchamientos de cauces y limpieza de ríos y riberas han dado buenos resultados, por ejemplo en Bizkaia, donde zonas y barrios que hace unos años sufrían importantes inundaciones no han padecido ahora esas consecuencias. Es en las labores de prevención integral donde se debe incidir, porque la naturaleza está dando muestras de que los fenómenos meteorológicos extremos van en aumento, a buen seguro debido al cambio climático. Con el temporal ya en retirada y tras ayudar a los afectados y evaluar y reparar en lo posible los daños que han provocado las riadas, es imprescindible que las instituciones analicen lo sucedido con espíritu crítico, detecten y reconozcan los errores cometidos y pongan con urgencia las bases de actuación para que no vuelva a tener lugar.