A entidad científico-cultural Eusko Ikaskuntza, una de las instituciones más antiguas, reconocidas y respetadas del país y, junto a Euskaltzaindia, la única instaurada en todos los territorios vascos, abrió ayer una nueva etapa en su ya centenaria historia con la elección de Ana Urkiza como nueva presidenta. La decisión adoptada por la Asamblea General de la Sociedad de Estudios Vascos es histórica por diversos motivos. Principalmente, porque, por primera vez en sus 102 años de vida, la institución estará liderada por una mujer, lo que no deja de ser significativo en tanto que es reflejo de una realidad social que, sin embargo, ha tardado en imponerse en determinados ámbitos. Esta nueva etapa de Eusko Ikaskuntza arranca, además, en un momento especialmente delicado pero también estimulante y, sobre todo, necesitado de análisis riguroso, reflexión crítica y proyección realista de una estrategia de futuro como país. El terrible impacto que está teniendo el covid-19 en los diferentes ámbitos de la sociedad y que a buen seguro se mantendrán en un futuro inmediato y el extraordinario reto que supone para un país como Euskal Herria, obligado a buscar respuestas posibles y adaptadas a su realidad para afrontar los extraordinarios cambios que ya se venían apuntando y que la pandemia ha venido a acentuar y acelerar es un desafío prioritario para una institución como Eusko Ikaskuntza, que tiene como objetivo principal desde hace décadas el estudio y diseño de los escenarios y estrategias de futuro y el ofrecimiento de una visión general y a largo plazo para el desarrollo del país. En este sentido, la elección como presidenta de Ana Urkiza -escritora, periodista, columnista habitual de DEIA y una de las referencias de la cultura vasca- y de su equipo, caracterizado por su solvencia y diversidad, es una garantía en la búsqueda de respuestas rigurosas a las necesidades de la sociedad del siglo XXI. La pluralidad, la diversidad y la participación social -señas de identidad de la institución- son, sin duda, garantía no solo de la solidez de Eusko Ikaskun-tza, sino de que continúe siendo uno de los grandes referentes en el desarrollo de estrategias de cohesión y avance social. Más aún en un contexto como el actual de crisis en el que se precisan respuestas innovadoras y globales adaptadas a una identidad propia y abierta como la vasca.