LA emblemática Casa de Juntas de Gernika acoge hoy un homenaje institucional a José Antonio Aguirre y Jesús María Leizaola, los dos lehendakaris que, durante largas y penosas décadas de exilio a causa de la guerra y la dictadura franquista, mantuvieron viva la llama del Gobierno vasco y la causa de Euskadi en la lucha por sus libertades frente a la tiranía. Bajo la presidencia del actual lehendakari, Iñigo Urkullu, el acto conmemora tanto el 80 aniversario de la salida definitiva de aquel primer Ejecutivo vasco hacia el exilio tras la guerra como los cuarenta años -que se cumplen precisamente hoy- transcurridos desde que Leizaola, el lehendakari zaharra, volviera a pisar suelo vasco después de otros tantos años sin poder regresar salvo para una incursión clandestina -precisamente a Gernika, ante el árbol símbolo de las libertades- en el Aberri Eguna de 1974. Se trata, por tanto, de un merecido homenaje a una generación irrepetible, encarnada en dos figuras convertidas en símbolos y referentes de la causa del pueblo vasco y de sus instituciones y que, pese a las dificultades y penurias vividas y frente a los llamamientos a la utilización de vías violentas, supieron mantener intactos los valores democráticos, humanistas y pacíficos en un gobierno plural formado por nacionalistas, socialistas, republicanos y comunistas. Es necesario recordar que Leizaola, que sucedió en la presidencia a Aguirre tras la muerte del carismático primer lehendakari, solo regresó a Euskadi poniendo fin a su largo exilio -a diferencia de lo que hizo, por ejemplo, el president catalán Josep Tarradellas- cuando los vascos habían aprobado ya en referéndum, tras un acuerdo histórico, el Estatuto de Gernika. De ahí que, al día siguiente de su vuelta, hiciese, en la Villa foral, el simbólico traspaso de poderes desde aquel Gobierno vasco que nació en plena guerra provocada por el golpe fascista contra la República a las nuevas instituciones vascas encarnadas entonces por el presidente del Consejo General Vasco, Carlos Garaikoetxea, que posteriormente le sucedería en el cargo. Conviene, por ello, recordar a esa generación gracias a la cual Euskadi es hoy una realidad que continúa su construcción nacional y en un momento en el que busca un nuevo estatus basado en los mismos valores que encarnaron aquellos pioneros: el máximo autogobierno mediante el consenso y el respeto escrupuloso a las vías democráticas.