MÁS allá de las más que ciertas reticencias respecto a la fiabilidad predictiva de las encuestas electorales, en genérico; de algunos precedentes bastante recientes a este respecto en las realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente del Ministerio de Presidencia del gobierno español; del elevado número de indecisos (41%), y de las amplias horquillas en escaños que presenta el macrobarómetro electoral presentado ayer, el sondeo del CIS parece confirmar algún aspecto tendencioso, varias tendencias y una evidencia. Es cierto que de sus resultados, cotejados con los del resto de las encuestas publicadas desde que se conoce la convocatoria de las elecciones generales del día 28, cabe extraer un crecimiento claro del PSOE (de más 50 escaños, un 8% más de votos respecto a 2016), que daría el triunfo a Pedro Sánchez, pero de ese triunfo no se extrae la mayoría necesaria para formar gobierno. Pretender que podrá hacerlo solo mediante el acuerdo con Podemos (-9% y de 33 a 41 escaños frente a los 71 actuales) o con Ciudadanos (+2% y 42-51 escaños) es cuando menos tendencioso ya que exige en ambos casos una confianza desmedida en el casi nada factible supuesto de que unos y otros sumen los mejores resultados que les da la encuesta. Lo que no parece discutible es la tendencia a la debacle del PP de Casado (-15% y más de 60 escaños menos), que no se compensa con el crecimiento limitado de C’s y la irrupción de Vox (11% y de 29 a 37 diputados), con cuya suma, en repetición del acuerdo de Andalucía, el discurso beligerante del nacionalismo español de derechas se quedaría aún a 12 escaños de la mayoría absoluta. Dicho esto, lo que es evidente en el sondeo es el absoluto fracaso en Euskadi y Catalunya de esa política de confrontación que defiende la recentralización y uniformidad del Estado. En ambas, la escasez sociológica de la triple derecha es tan nítida -ningún diputado en Euskadi y una representación limitadísima (suman 8 escaños, todos menos uno en Barcelona y solo 1 del PP) en Catalunya- como la perenne mayoría social en defensa del derecho a decidir y, de modo notorio, el creciente apoyo en las urnas a las opciones nacionalistas -PNV y ERC aparecen como respectivas indiscutibles primeras fuerzas- más alineadas con el posibilismo en el proceso de consecución del máximo autogobierno.