LA convocatoria de elecciones generales adelantadas para el próximo 28 de abril ha obligado a los partidos a imprimir mayor ritmo -en el caso de los más previsores- o a poner en marcha -a aquellos a los que ha pillado con el pie cambiado- la maquinaria para afrontar una larga batalla de más de tres meses de campaña electoral continua. Por lo que respecta a Euskadi, el PNV y Podemos llevan, en ese sentido, los deberes muy adelantados, mientras el resto de partidos tienen aún toda la tarea por delante. Las elecciones generales son siempre unos comicios especialmente complicados para los partidos vascos, obligados a un mayor esfuerzo para hacerse visibles y poder hacer llegar sus mensajes entre el ruido que originan las grandes formaciones, con una evidente desproporción de medios y enfrascadas por lo general en debates muy polarizados, crispados y agresivos completamente ajenos a Euskadi e instaladas en bloques inamovibles e impermeables en los que priman ante todo el patriotismo y el nacionalismo español. Estas elecciones, además, parece que sucederá en mayor medida aún, dadas las posiciones de inicio. Por ello, y de cara a la campaña y a las propias elecciones, resulta obligado recordar que Euskadi tiene su propia agenda de temas, prioridades y necesidades. Y cuenta, también, con su propia dinámica política, alejada en muchos aspectos de la que impera en el Estado. Por ello, todos los partidos -incluidos los de obediencia española- deben asumir en sus programas y propuestas esa agenda vasca como una exigencia de la propia ciudadanía de Euskadi. La consolidación de la convivencia, el traspaso de las competencias pendientes y el fortalecimiento del autogobierno así como el apuntalamiento de la economía, el empleo y las políticas sociales propias son ya señas de identidad de la realidad vasca que deben seguir siendo defendidas en Madrid con uñas y dientes. La capacidad de intervención y de influencia que ha tenido el PNV durante los últimos años, tanto en las legislaturas de Mariano Rajoy como de Pedro Sánchez -y antes en las de Aznar y Zapatero- han sido garantía para la gobernabilidad y la estabilidad, pero también para el logro de acuerdos -desde el Cupo a las transferencias- objetivamente beneficiosos para el conjunto de los vascos. Un valor que no conviene olvidar y que es y será el modelo y espejo de cara a los comicios y también para la actuación a futuro.