LA fatalidad existe y hay que estar preparados de mente y corazón para cuando llegue. El derrumbe del vertedero de Zaldibar es una catástrofe excepcional y plagada de complicaciones, con dos personas sepultadas y una crisis de salud en la zona. A Iñaki Arriola, veterano consejero socialista de Medio Ambiente, la tragedia le desnudó en los primeros días. Parece mentira, con toda su experiencia a cuestas. Creo que es el fin de su carrera, como la muerte de Cabacas envió a la jubilación a Rodolfo Ares. ¿Dónde te perdiste, amigo, en mala hora? Somos un país industrial y hay empresas que quieren ganar tanto con la mierda que rompen el saco y el país. Tuvo el lehendakari Urkullu que dar un paso al frente. Los medios criticaron la deficiente comunicación al principio. Y como es habitual, la tele en sus espacios de debate, donde los elefantes patean como en una cacharrería, informaron sin el menor rigor técnico, acrecentando la alarma y el desbordamiento emocional. ¡Siempre buscando culpables, como en España! No comprendo la agresividad de Xabier Lapitz en En Jake, igual que algunos contertulios de ¡Qué me estás contando!, desaforados. Que la oposición parlamentaria se lanzase a degüello era previsible: estamos en precampaña; pero que la televisión pública vasca se apuntase a la histeria tiene delito, no tanto como la compasión de EH Bildu ¡con las víctimas!, impostada y siniestra. Sí, son días de tristeza y carroñería.

¡Ah, la basura, qué gran metáfora de la mala conciencia social! Antes la ocultábamos bajo la alfombra y ahora, la tóxica, la subimos a la cima de verdes montes. Hasta que se desmorona y descubrimos nuestra repugnancia a la gestión de lo sucio. La realidad no termina después de dar a la bomba. Eso sí, de la telebasura, de aquí y de allí, no hablamos, porque, aunque provoca vómitos, no da votos.