LA tarde se hizo muy larga. Después de comer y tomar un café, cada consulta a la muñeca izquierda se reveló como un guiño malicioso, pues sorprendentemente la aguja del minutero siempre estaba orientada hacia abajo, en posición vertical. Al principio el mensaje del reloj pareció casual, luego no, era obvio que solo quería subrayar que faltaban cinco, cuatro, tres, dos o una hora para el inicio del partido. Era toda la información que estaba dispuesto a ofrecer, supeditando su cadencia a las 21.30 del arranque en Mestalla. Un modo muy sibilino de cebar ese estado anímico conocido como “tensa espera”. Si el tiempo corría lento, en la mente rondaba una pregunta reiterativa: ¿sabrá el Athletic

La presencia de Arrizabalaga, sí Arrizabalaga, en el once anunciado en la página web del Athletic no fue un consuelo, solo ratificaba la tensión reinante. El despiste resultó premonitorio, vino a ser la respuesta a las dudas razonables que planteaba el duelo. El Valencia volvió a imponer su ley, pero esta vez a lo largo de prácticamente todo el encuentro. Si en la ida hubo un Athletic reconocible al menos en la primera mitad, anoche fue una sombra de sí mismo. Dio la sensación de que el hecho de poseer más argumentos, más registros también, de nada sirvió ante el incesante batallar de un oponente que a base de riñones fue subsanando los desajustes que tuvo en el comienzo, luego marcando territorio para acabar comiéndole la moral al cuadro de Marcelino

Es de ley apuntar que tuvieron los rojiblancos su oportunidad, casi la única pero en un momento clave para orientar la eliminatoria de su lado. Ni siquiera se había asomado en ataque cuando Iñaki Williams A los pocos segundos, Guedes brindaba su gran aportación a un espectáculo paupérrimo en el orden estético y ponía al Valencia en dirección a la final. Afirmarlo en ese preciso instante constituía una insensatez, pero cuanto ocurrió a continuación, y hablamos de la friolera de 57 minutos, confirmó el valor supremo del violento chut del portugués: una auténtica losa para el Athletic. Fue como si un único golpe recibido bastase para aflorar un inimaginable déficit de confianza. Tal es la conclusión a extraer después de asistir a un supremo e interminable ejercicio de impotencia. Cuesta entender que un gol nada más se tradujese en un abismo insalvable, pero...

Las mejores imágenes del Valencia - Athletic. Fotos: Borja GuerreroMientras el Valencia optó sin disimulos por apostarlo todo al 1-0, empleándose a fondo en la destrucción, al amparo de un concienzudo repliegue en su terreno, los rojiblancos se limitaron a amagar la réplica. Ahí se atascaron, en un intento baldío por dotar de un mínimo de agilidad a la circulación de un balón que le perteneció, por imprimir una pizca de profundidad y establecer una conexión decente con sus piezas más avanzadas. La iniciativa fue vana. Los cambios no enriquecieron una inercia que jamás sirvió para desequilibrar a los guerrilleros de Bordalás, quienes apelaron a las interrupciones con el cronómetro próximo ya a la conclusión. Estaban exhaustos, pero no pararon de correr y disputar. Semejante alarde de amor propio se reveló fatal para un Athletic en cuyas filas se echó de menos personalidad y atrevimiento.A pesar del final, hemos disfrutado del camino. Gracias por esas noches de Copa vividas.Volveremos ??#ValenciaAthletic #AthleticClub ?? pic.twitter.com/EsWUfJXjqr— Athletic Club (@AthleticClub) March 2, 2022Quienes mejor dieron la talla en la primera hora, con Vesga a la cabeza, pues él en solitario fue quien se empeñó en dar criterio a las acciones, fueron diluyéndose ante la constatación de que el muro local era inexpugnable. El trío de centrales, que fue la novedad táctica por la que se decantó Bordalás, capitaneó una resistencia que no cabría calificar de agonística si se repara en que el meta del Valencia solo tuvo que realizar una parada, en un golpe franco sin pólvora de Iñigo. Detalle muy significativo que da una idea ajustada del insuficiente rendimiento de un conjunto obligado, urgido a atacar como fuese, pero sobre todo con el alma si la inspiración no comparecía. Y no lo hizo. Los supuestamente llamados a marcar diferencias, ausentes. La frescura física, que asimismo se presuponía, apenas obtuvo reflejo. En suma, el Athletic no dio la talla y cayó merecidamente.

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el Valencia optó sin disimulos por apostarlo todo al 1-0, los rojiblancos se limitaron a amagar la réplica. Ahí se atascaronlos guerrilleros de Bordalás, quienes apelaron a las interrupciones con el cronómetro próximo ya a la conclusión.

Quienes mejor dieron la talla en la primera hora, con Vesga a la cabeza el meta del Valencia solo tuvo que realizar una parada, en un golpe franco sin pólvora de Iñigo.La frescura física, que asimismo se presuponía, apenas obtuvo reflejoel Athletic no dio la talla y cayó merecidamente.