MARCELINO prefiere no mezclar las cosas. Aunque es razonable pensar en la existencia de un hilo conductor entre la pretemporada y el calendario oficial de partidos, después de empatar en Liverpool se mostró comedido. Vino a decir que está expectante por ver si el trabajo de la plantilla en el último mes, que valoró como positivo, obtiene el reflejo correspondiente en el inicio de la competición. E insistió en distinguir “las pruebas” de “lo de verdad”.

Desde fuera es arriesgado interpretar lo que hay detrás de tan prudentes palabras, pero esa postura que también podría catalogarse como escéptica estaría justificada. Al fin y al cabo, con ligerísimos retoques, se trata del Athletic, el mismo que dirigió durante cuatro largos meses, de modo que sabe a lo que atenerse. También, la afición. Marcelino tuvo ocasión de vivir en carne propia una montaña rusa de sensaciones. No faltó de nada, sin embargo en el balance acabaron imponiéndose las decepciones.

No siendo situaciones equiparables la disputa de una Supercopa y una pretemporada, resulta innegable que la caída que experimentó el equipo a las pocas semanas de superar al Madrid y al Barcelona en La Cartuja El primer sorprendido sería Marcelino, desde luego por el éxito y luego por la imposibilidad de rectificar una tendencia que arruinó los objetivos marcados en Copa y liga. De todo aquello tuvo que tomar nota, así que se entiende que ahora opte por rebajar las expectativas a que habrían dado pie los amistosos veraniegos.

La imagen y los resultados en los ensayos no invitan a echar las campanas al vuelo, si bien permiten imaginar que el equipo será capaz de elevar sus registros y comportarse como se espera de un grupo con ciertas aspiraciones. ¿Cuáles? Pues, la prioritaria, por no decir obligatoria, es figurar en la mitad alta de la clasificación. Lo que significa codearse con los rivales que en la pasada edición liguera se distanciaron más que por sus méritos, por deméritos propios. Cuando ganar dos jornadas consecutivas se convierte en un reto insalvable, la embarcación termina encallando en tierra de nadie lastrada, en este caso, por un saco de empates insulsos.

Pronto se conocerá lo que cunden los beneficios de la pretemporada, si las enseñanzas de Marcelino arraigan y son válidas para actuar como un equipo regular, consistente, fiable. En suma, competitivo más allá de que el día le salga más derecho o más torcido; de que el acierto en los últimos metros sea una realidad tangible, posibilidad a la que contribuiría que la producción ofensiva multiplique los intentos de gol; de que la pifia en la retaguardia aflore esporádicamente o se vuelva una costumbre irritante; más allá de que el físico sea compatible con la intensidad sin balón el mayor número de minutos.

Respecto al curso anterior son diversas las facetas donde se percibe margen de mejora y las hay que reclaman medidas distintas. Marcelino ha dispuesto de un plazo que le debe de venir de perlas para extraer conclusiones y enderezar el rumbo. O el equipo se le volverá a caer.