EGÚN la competición se adentra en la recta final del calendario, en el entorno del Athletic suele reactivarse un debate que nunca pierde su vigencia, si bien hay épocas o coyunturas en que permanece latente, en un segundo plano. Aunque versa sobre dos aspectos conectados entre sí, se tiende a priorizar el uno sobre el otro a nada que la fotografía de la clasificación invite a ello. Hablamos de los objetivos deportivos y la configuración de la plantilla pensando en el corto plazo; de centrarse en alcanzar la meta marcada o acelerar la adaptación de jugadores jóvenes llamados a ser importantes y que de momento no pasan de meritorios.

Se trata de asuntos perfectamente compatibles, de hecho en la práctica lo son casi siempre: el club se nutre de la materia prima que forma en su seno y además compite por metas concretas cada temporada. La lógica dice que cuantos más y mejores futbolistas salgan de Lezama, mayor será el porcentaje de probabilidades de degustar el éxito. Y a la inversa: si la vaca no da, el Athletic enfoca su pelea a evitar agobios, en la confianza de que en el futuro próximo la plantilla baraje aspiraciones más sugestivas. Por supuesto, también el talonario ha contribuido a potenciar el equipo, pero la clave radica en rentabilizar el trabajo con la cantera.

Como se apuntaba arriba, a falta de pocas jornadas y si, por ejemplo, se entiende como complicado obtener plaza europea, que viene a ser una visión no exenta de sentido pese a lo que digan las matemáticas, enseguida resuena el eco de las voces que reclaman ponerse a preparar la campaña venidera. Esto en lenguaje llano equivale a apostar fuerte por aquellos hombres con más minutos en el banquillo que sobre la hierba y que se supone han de ir abriéndose paso porque representan el porvenir. Aprovechar los siete encuentros por celebrarse para que Villalibre, Sancet, Vencedor y demás valores en ciernes avancen en su proceso de maduración gracias a los minutos de calidad que debe otorgarles el entrenador.

Quien se decanta por esta estrategia, lo hace renunciando a Europa, toda vez que no ve al Athletic capacitado para resolver los cruces con Valencia, un rival directo, Real Madrid y Sevilla. Debe ir por ahí su argumento principal, pues el listado de compromisos se completa con Mallorca, Levante, Leganés, un trío más rezagado en la tabla, y Granada, que hoy tiene un punto más que los rojiblancos. O quizá estime que tal como actúa el equipo de Garitano, quien insiste en apurar sus opciones utilizando un bloque muy definido, dicha empresa sea una utopía. Una opinión con idéntica validez que la opuesta, básicamente porque sin jugarse cada cita no se puede saber qué hará o dejará de hacer el Athletic.

Lo cierto es que a Garitano no cabe pedirle que de repente enfoque su tarea en la promoción de chavales. Aparte de que la forma de funcionar del técnico refleja que esa no ha sido esa su prioridad hasta la fecha, parece evidente que en su fuero interno lo único que contempla es acabar en la mejor posición, a poder ser entre los siete primeros. Y huelga añadir que para tal fin prefiere apoyarse en los futbolistas que él valora como más válidos en el presente, casualmente los más curtidos de la plantilla. La transición será a partir de septiembre.