L silencio es la pantalla tras la que hoy se refugian los clubes, mientras se escucha el ruido de la calle, claro y alto: final con público, caso omiso a la intimidación de la UEFA. Es el sentir de la gente de a pie y de los jugadores, que tampoco callan. Y persistirán en la defensa a ultranza de lo que hasta hace poco parecía un acuerdo sólido. Esa contestación popular irá muy probablemente en sentido creciente según va pasando el tiempo, pero tiene toda la pinta de que Athletic y Real se mantendrán fieles a la táctica del avestruz. El silencio institucional se va a alargar porque los dirigentes manejan un plazo que de momento les concede algo de aire, el establecido por la propia UEFA, que a finales del mes en curso reclamará a la Federación Española que le traslade su plan de cómo y cuándo se celebrarán sus competiciones.

La gente reclama a sus dirigentes un paso adelante, pero ya se ha comprobado lo difícil que resulta conseguir el compromiso público de las directivas cuando estas sienten la presión directa de los organismos que operan en las alturas y entran en juego cálculos de los que la gente de a pie no participa. Sobre el papel se antojaba sencillo, un simple ejercicio de coherencia. Es como se ve desde fuera de los despachos: qué costaba haber dicho que el objetivo compartido sigue siendo el que era, que nada ha cambiado. El problema es que algo ha cambiado, la intervención de la UEFA lo trastoca todo, así lo perciben al menos Aitor Elizegi y Jokin Aperribay.

El nuevo posicionamiento de la Real es eminentemente práctico. Tiene la plaza europea muy asequible a través de la liga, lo que le otorga un colchón para afrontar de inmediato la Copa, pues en la peor de las hipótesis no corre excesivo riesgo de quedarse sin el maná continental. Además, valora como perjudicial el aplazamiento de la final hasta 2021, pues según su criterio iría en detrimento del potencial deportivo amasado en los meses previos a la interrupción de los campeonatos decretada en marzo.

En su análisis de la situación, la Real se aferra asimismo a que ni siquiera en 2021 se darán las condiciones para que el fútbol abra las puertas de los estadios. Este aspecto es seguramente el más fácil de compartir, pues por ahí van las previsiones de los científicos, que hablan de futuras oleadas de contagios y advierten de que los remedios, antivirales y especialmente la vacuna, son proyectos que todavía están en mantillas. De ahí que tras el comunicado de la UEFA actuase como corresponde a quien ni se da por aludido. Silencio.

La posición de partida del Athletic es otra y por ello cuesta más asimilar la indefinición que rezumaba su comunicado, que en el fondo no dejaba de ser otra forma de guardar silencio. Su única vía de acceso a Europa no es la Copa, podría pelear en la liga por mejorar el puesto que hoy ocupa, pero objetivamente la cosa se le complica en exceso una vez que la UEFA se ha retractado y prefiere que sea el séptimo clasificado el que entre en la Europa League en el supuesto de que la final no tenga lugar en agosto.

En su escrito la directiva de Elizegi se limitó a patalear, aireando su disconformidad con el bandazo de la UEFA, y perdió una oportunidad preciosa para dejar sentado que no se apea del burro y, en sintonía con su masa social, persevera en su apuesta por una final con todos los sacramentos. Lo primero que se deduce de esta reacción es que en su escala de prioridades se ha producido una variación. Dicho de otra forma: los beneficios económicos derivados de la presencia en el escaparate europeo, pesan y mucho en el ánimo de los inquilinos de Ibaigane. Establecer como innegociable que el público estuviese presente en Sevilla era una exigencia sin costo cuando la Federación prácticamente garantizaba al Athletic el regreso a Europa League, pero ese escenario ideal se ha esfumado de repente.

El silencio del Athletic acaso descanse en la esperanza de que no sea viable la reanudación de las competiciones y entonces recobre vigencia el criterio original de la Federación Española. Pero si no es así, si el fútbol vuelve, antes del 25 de mayo se verá forzado a decir qué es lo que de verdad quiere.