LOS aproximadamente cien mil entrenadores, con o sin carnet, que no ocupando el puesto de Gaizka Garitano llevan días cansándose la cabeza para preparar los partidos contra Villarreal y Granada, no se ponen de acuerdo. Circulan muchas teorías, tantas que resulta imposible contabilizar todas y, menos aún, saber el predicamento de cada una de ellas. En este debate activo y sin límites, que aunque salga gratis no es gratuito, tampoco se conoce el contenido de la única opinión importante, la del responsable del equipo que presumiblemente será desvelada un rato después de que mañana San Mamés abra sus puertas.

El asunto que a lo largo de la semana ha copado conversaciones, artículos, columnas, mensajes, entrevistas y sondeos, va de cómo gestionar los mimbres en los dos compromisos citados. Y esta discusión que dispara la temperatura del entorno rojiblanco está absolutamente mediatizada por el valor definitivo del segundo de los encuentros, la vuelta de las semifinales de la Copa. A la misma, a celebrarse en Los Cármenes, llegará el Athletic con un gol de ventaja. En principio, un buen resultado para tratar de certificar la clasificación para la final, pues obliga al rival a hacer dos goles como mínimo y cualquier empate es suficiente. A estas alturas, ya no vale la pena lamentar que sea un premio escaso para el esfuerzo y el juego realizados en la ida porque el marcador registrado en Bilbao es inamovible y no tiene sentido plantear el asalto definitivo pensando en lo que pudo ser y no es.

Motivos sobran para decantarse por la apuesta que priorice la Copa. Poner toda la carne en el asador el jueves se justifica fácilmente desde una perspectiva histórica, así como por el prestigio que otorga a la institución y la ilusión que genera en el ámbito social la posibilidad de conquistar un título. Incluso abonándose al pragmatismo merece centrarse en la Copa, dado que hoy no existe para el equipo vía más asequible de acceso a la competición europea.

Sin embargo, este enfoque sin réplica no resuelve el problema que ante sí tiene Garitano y donde todo el mundo insiste en meter baza. La opción más extrema, que cuenta con sus adeptos y que consistiría en preservar mañana a los titulares, a la totalidad o a la inmensa mayoría, para que lleguen más frescos a Granada, no garantiza el pase a la final y, seguramente, conllevaría añadir ante el Villarreal otro revés a los diez enlazados en la liga. La alternativa opuesta, ir con el bloque titular a ambos duelos, tampoco asegura nada, pero lógicamente algún tipo de factura pagarían los jugadores, sobre cuyo estado físico no es preciso decir nada que no se haya apuntado últimamente.

Acaso la fórmula más interesante sea una intermedia, a sabiendas de que tampoco es mágica. No obstante, aquellas soluciones que se inspiran en el equilibrio suelen ser las más rentables. Equilibrio es justo lo que no se ha observado en el modo de proceder hasta la fecha y de ahí que el Athletic vaya a abordar el que sin duda es el partido de la temporada en una situación de precariedad manifiesta. Con las fuerzas mermadas y la confianza maltrecha al cabo de dos meses muy intensos en que el equipo se ha ido alejando de la línea de regularidad que le caracterizaba, es posible que sea el momento de medir con exquisito cuidado el estado de cada hombre a fin de recuperar parte del potencial competitivo extraviado.

Cuatro días separan un partido del otro y previamente ha habido una semana para tomar aire y limpiar la mente después del palo de Mendizorrotza. Verdad es que por culpa de la distribución de minutos no abundan las piezas de recambio con el rodaje ideal para dar la talla, aunque más evidentes se antojan los síntomas negativos que viene emitiendo el colectivo a consecuencia del déficit de frescura de los fijos. Proteger a algunos de estos y creer en sus posibles relevos no implica desfigurar el once y además, queda el recurso de exprimir los cambios.

Después de las experiencias recientes, la coyuntura reclama tocar algo para intentar derrotar al Villarreal. Continuar igual, poniendo un día más a prueba los límites del personal habitual, o inventarse una formación circunstancial, del estilo que la que compareció en Anoeta, entraña demasiado riesgo en plena hemorragia liguera. De cumplirse mañana el objetivo, los propios jugadores mirarían al envite copero con otros ojos. Y los miles de entrenadores, también.