Recuerdo la visita del entonces presidente chileno, Eduardo Frei Riz-Tagle, a Euskadi invitado por el Lehendakari Ardanza. Era 1998. Pasó por Bilbao. En la calle Ercilla, frente al Hotel Ercilla, inauguraba junto al alcalde Ortuondo un busto de Ercilla en bronce, hermano del que hay en el parque de Bermeo, con una placa que reza: “Alonso de Ercilla 1533-1594, autor de La Araucana”. A su lado hay una araucaria que pocos años después plantó Iñaki Azkuna con otra placa en que se “rinde homenaje a la araucaria, árbol nacional chileno”.

Frei Ruiz-Tagle es hijo de Eduardo Frei Montalva, que fue también presidente de la República de Chile, entre el 64 y el 70, justo antes de Salvador Allende. Tras los iniciales coqueteos de Frei padre con el régimen pinochetista, al pasar de los años se fue convirtiendo en uno de los referentes de la oposición y llegó a resultar cada vez más molesto para el régimen. Murió en 1982 por unas complicaciones posoperatorias tras una intervención de hernia de hiato que en principio no debería haber supuesto mucho riesgo.

Aunque rumores y sospechas, hubo, al parecer, desde el principio, no fue hasta la llegada de la democracia cuando se pudieron iniciar investigaciones para averiguar si tras esas complicaciones postoperatorias (infección bacteriana -peritonitis aguda- shock séptico) había algo más que una desafortunada fatalidad.

Tras diversas investigaciones fallidas, incluyendo dos exhumaciones, se localizaron sustancias tóxicas en sus resto mortales. Tras años de procedimientos, se acusó formalmente a seis personas de lo que ya se pudo calificar como asesinato. En una de sus últimas comparecencias como Presidenta de Chile, Michelle Bachelet (actual Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos), pudo por fin decir oficialmente, en un importante ejercicio de memoria histórica y frente a familiares del asesinado, que hay “una verdad, que hoy es una certeza: la dictadura perpetró de la manera más cobarde y vergonzante el magnicidio del ex Presidente Frei Montalva”.

Finalmente, esta semana se confirma mediante sentencia judicial que Eduardo Frei padre fue envenenado y se condena a los seis procesados: dos médicos (uno de ellos como autor material, condenado a 10 años), dos técnicos forenses, un ex-funcionario de inteligencia y el chófer del asesinado. Además de la importancia de la condena para evitar la impunidad, esta sentencia ha convertido en verdad judicial y oficial que aquello fue un asesinato.

Pero es obvio que aquella decisión de acabar con su vida no fue tomada por esos agentes. Tuvo que venir de mucho más arriba. Tampoco pudieron ellos ejecutarlo y ocultarlo, sin el apoyo del régimen.

“No fue la tarea de unos cuantos agentes o médicos” ha dicho Eduardo Frei hijo, el de la calle Ercilla, al conocer la sentencia, “la batalla no termina aquí: conocer las responsabilidades políticas de las altas autoridades de gobierno de la época será nuestra próxima tarea”. ¿Quién dio la orden de matar al ex-presidente? Lo más lógico es pensar que sólo el propio Pinochet pudo dar o autorizar semejante instrucción. Pero eso hay que investigarlo y demostrarlo. Estamos a tiempo ahora que aún hay muchos testigos vivos? y quizá también alguno de los que fue algo más que testigo.