TERMINA el año, el fútbol se va de vacaciones, salvo en Inglaterra, que aprovechan las fiestas navideñas para darse la juerga padre, y para llenar esa especie de vacío existencial se recurre al balance, que como todo el mundo sabe es como hacerse trampas al solitario. Bajo este análisis, el Athletic habría terminado en la quinta plaza liguera, o sea, clasificado para las competiciones europeas, en vez de ese octavo puesto que solo dio pábulo a la frustración, pues se acarició el premio continental hasta el penúltimo minuto del último partido. Habría sido el magnífico colofón a una temporada vertiginosa, donde hubo mucha zozobra con solo imaginar la eventualidad del descenso, hasta que Gaizka Garitano tomó el mando y enderezó la nave, pero la nave encalló intentando soslayar el último escollo.

Aitor Elizegi, en cambio, sí estaba en situación y condiciones para hacer balance porque justo el viernes cumplió un año en la presidencia y en su análisis estuvo encantado de la vida, como es natural. Alcanzó su gran sueño por un puñado de votos, y dejando al margen de la chapucera Asamblea General o la poca sensibilidad mostrada al despedir a un futbolista con la trayectoria de Markel Susaeta, Elizegi solo borraría aquel penúltimo minuto del último partido en Sevilla, cuando Iñigo Martínez estrelló el balón en el travesaño de la portería rival. Pudo ser el empate y el regreso a lo grande en Europa. Pero los postes también juegan, y esa derrota (merecida) en cambio dejó un poso de amargura que contaminó una temporada encomiable.

Por eso hacer balance ahora, con el fin del año, suena a falsete, salvo para Aitor Elizegi, al que (casi) todo le ha salido a pedir de boca y sin apenas cocina, se podría añadir, ya que el proyecto y sus circunstancias, entrenador incluido, se lo había dejado bien encarrilado Josu Urrutia, su antecesor.

Será con el próximo inventario cuando el presidente del Athletic pueda presentar su obra más personal, a ser posible conservando esa bonhomía tan suya para con el socio, una impronta que necesitará Elizegi para convencer también a los numerosos aficionados que apostaron por Alberto Uribe-Echevarría, su contrincante electoral.

La tregua futbolística también ha servido para aplacar en cierta medida la estridencia de las casas de apuestas, que se han metido hasta el tuétano en este invento propalando una imagen distorsionada, donde parece pan comido la posibilidad de alcanzar un dinero fácil, con la consiguiente dosis de adrenalina y promesa de divertimento mientras se realizan las apuestas online. Sucede que la inmediatez de los resultados está fomentando a unos niveles alarmantes la ludopatía, preferentemente entre los jóvenes.

En 2018, las apuestas deportivas online contaban con casi un millón y medio de jugadores en el Estado español. En el primer trimestre de 2019 la cuota creció un 26% con respecto al mismo periodo de 2018, según la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ).

Hace tres años los casos de ludópatas relacionados con esta faceta del juego eran una mera anécdota. Ahora comienza a ser un problema social al tiempo que las casas de apuestas se multiplican al calor de los beneficios obtenidos, que a su vez se emplean para agarrar por las pelotas a los clubes, con pocos o ningún escrúpulo si se trata de recaudar un dinero fácil.

Los dos equipos vascos que militan en la ACB han adoptado el nombre de sendas casas de apuestas y en LaLiga Santander siete de sus 20 clubes lucen publicidad de este tipo de empresas en sus camisetas. El resto tiene contratos con el sector como patrocinadores secundarios. Tan sólo la Real Sociedad ha renunciado explícitamente a estos anunciantes y en la última Asamblea los socios de Osasuna han pedido a su directiva que quite esa publicidad de la zamarra rojilla.

Tampoco los medios de comunicación nos quedamos atrás, sino todo lo contrario, mayormente en los carruseles deportivos y en las retransmisiones televisivas. Da mucho dinero. La cuestión es cuando un periodista de fama y lustre (y buenos sueldos), apodado Maldini, por ejemplo, utiliza su multiplicidad (radio, prensa, tv, redes) y ascendencia para convertirse en imagen y consejero de una empresa de estas, y con voz queda te pide que dejes todo lo que estás haciendo para apostar con frenesí, al tiempo que luce impávido un lazo morado contra la violencia de género. Porque, eso sí, tiene ética y (doble) moral.