LA semana fue catalogada como decisiva: ahí os queremos ver, valientes, viento en popa a toda vela rumbo a Europa. Y, efectivamente, la nave hizo aguas, pero en nada varió su recia singladura, con la marinería sacando a cubos la mar salada. Hay que mirar el asunto con perspectiva. El barco encalló allá por noviembre, con el trajín desapareció el capitán, un argentino melifluo, y en cuando Gaizka Garitano asumió el mando la tripulación sacó de la entraña rudeza y determinación, y en esas estamos: rumbo a Europa después de atravesar con fe el proceloso océano. Consecuencia: si antes iniciarse la semana decisiva el Alavés estaba a un solo punto de distancia por abajo, ahora está a tres. Si antes de arrancar la semana trascendental los rojiblancos figuraban en la séptima plaza, ahora continúan tan ricamente instalados en la misma posición. O sea, que si el empate frente a los babazorros fue de aquella manera, ni tan mal. Y si antes hubo una derrota contundente en el Santiago Bernabéu, la culpa habría que echársela a los demás, que no supieron aprovechar el traspiés del Athletic. Y si en Leganés el marroquí En-Nesyri anotó un gol de bandera también será su problema, pues con tanto ímpetu se equivocó de portería. Y si el juego emocionar, lo que se dice emocionar, como que tampoco, conviene recordar de dónde veníamos, azorados por la pesadilla del descenso, y hacia dónde nos dirigimos ahora. Derechos a Europa, aunque sea por la gatera, pues eso implica acabar el séptimo, con el engorro de tener que disputar tres eliminatorias previas. Una penitencia que sin embargo conlleva un dinerillo extra que le vendría de perlas a las arcas del club vizcaino.

Hubo boato con la entrega por primera vez del One Club Woman, galardón que merece la sueca Malin Moström. También recuerdo hacia la figura del escocés Billy McNeil, fallecido al poco de ser reconocido como el quinto On Club Man del Athletic.

Iñigo Cabacas Herri Harmaila premió con su segundo Zalego Saria a la Otxoa y un rastro de nostalgia asomó por el palco. Allá se pudo ver a Juan Manuel Esnal, Mané, invitado para la ocasión por ser protagonista esencial en la historia de ambos contendientes. El Alavés alcanzó con él su zenit con la disputa de la final de la Copa de la UEFA en Dortmund, el 16 de mayo de 2001, con un partido memorable frente al Liverpool resuelto con un 4-5 en la prórroga y el gol de oro. El Athletic logró bajo su magisterio la salvación, a los efectos algo así como la Copa de Europa para la hinchada, cerrando el bienio negro (2005-06 y 2006-07) con bien. Aquel fantasma reapareció como saben con los primeros fríos del invierno. Ahora, en pleno fulgor de la primavera, sobre la verde pradera de San Mamés crecen las flores y pinchan los cardos, pues así de paradójica es la situación de este Athletic de fútbol tedioso, aunque resultadista, y desde luego muy lejos de invocar el espectro de un nuevo bienio negro. “El domingo valoraremos más el punto”, dijo tras el partido Gaizka cuyo padre, Ángel Garitano, Ondarru, mano derecha de Mané, estaba en el palco a su vera recordándonos que también él forma parte del zenit del Alavés y del escalofrío del Athletic.

¿Y cómo se puede valorar más el punto bajo el paisaje dominical? Mirando a los otros competidores, que tampoco están para lanzar cohetes. O mediante la fría estadística, no en vano el Athletic de Garitano ha conseguido igualar su mejor racha desde que juega en la nueva Catedral, con siete victorias y seis empates en los últimos trece partidos. Una cifra semejante dejó Ernesto Valverde en su última temporada (2016-17), consumida entre sensaciones amargas, como ahora, con un juego decadente, pero lo suficientemente eficaz para clasificar al equipo rojiblanco otra vez para Europa.

Lo que entonces parecía pura rutina ahora se presenta como excepcional, verbigracia Gaizka Garitano, mientras Valverde está cerca de alcanzar el Olimpo balompédico. De momento, el Barça ya tiene en el zurrón el título liguero y vislumbra el de Copa y la obsesiva Champions, que solo está a tres partidos de distancia.

A la espera de acontecimientos, los culés entonaron el alirón liguero con sordina, de pura rutina: nueve campeonatos de los once últimos no dan para el despendole y todo el mundo intuye que si no consigue recuperar el reino continental la temporada sabrá más a fracaso que a otra cosa. Pero el Barça tiene a Messi dosificado, más intuitivo, letal y magnífico que nunca.

Aquí no queda otra que conformarse con la pedrea. El Athletic necesitaba gol y sin embargo a Garitano se le ocurre sustituir a sus goleadores más conspicuos, como son Raúl García y Williams. El semblante de Kenan Kodro está aún por descubrir. De momento, es una incógnita, por no decir que transmite poco. Recurrir a Aduriz a falta de dos minutos solo invita a pensar que Garitano, en realidad, solo quería perder tiempo. Los días del avezado goleador parecen contados. También los de otro ilustre rojiblanco, Markel Susaeta.

En noventa y tantos minutos de partido, un solo disparo a puerta. Y fue gol. Garitano tiene flor, sin duda, y es primavera...