LAS ventanas FIFA, y más en estas circunstancias, o sea con dos tediosos partidos ante selecciones de escaso fuste como Noruega y no te digo nada el de mañana, frente a Malta, aunque se sazone bien de lo lindo con el famoso 12-1, provocan generalmente hastío en el aficionado, que sobre todo es un hincha. ¿Tiene hinchas la selección española? Buena pregunta. Por aquí lo que se añora un rato largo es la competición liguera, más si cabe tras el regustillo que nos ha dejado la rotunda victoria ante el Atlético de Madrid, que ya era hora. Un triunfo que reabre las aspiraciones europeas del Athletic, estupenda matraca para acompañar de aquí hasta final de temporada. Hay que darle por eso la importancia que se merece a Gaizka Garitano, el responsable de la resurrección del equipo rojiblanco. Pero ¿no sería mejor aguardar hasta mayo, cuando termine el campeonato, para abordar su renovación con toda la perspectiva posible?

Rafa Alkorta, lo dijo ayer en DEIA, anuncia que la firma será inminente, como si al técnico deriotarra le acechara el Bayern de Múnich con una tremenda oferta. No es el caso, creo, y sí me parece más sensato analizar primero el asunto y tomar decisiones después no vaya a ser, pues el fútbol es muy cabrito, que Elizegi renueve mañana a Garitano y el equipo entre en barrena dejando a todo el mundo descolocado.

Desde luego lo que no hay son prisas, y sí mucho sosiego, consecuencia de ganar de forma tan diáfana al Atlético de Madrid.

En ese partido faltó precisamente uno de los pilares que han sustentado la recuperación del Athletic, el central Iñigo Martínez, a quien Luis Enrique puso el sábado de titular frente a Noruega en el primer encuentro clasificatorio para la Eurocopa 2020, una efeméride que tendrá San Mamés como una de sus sedes. En consecuencia, es bastante probable que la selección española juegue en la Catedral, algo que no sucede desde el 31 de mayo de 1967, en pleno franquismo, cuando se enfrentó a Turquía en un partido de clasificación para la Eurocopa de Italia 1968.

Hasta entonces habrá necesariamente unas cuantas ventanas FIFA para dar cancha y contenido a rutinarios partidos frente a Suecia, Rumanía, Malta e Islas Feroe y volveremos a echar en falta el factor emocional que provoca el fútbol de cercanía.

Sin embargo el partido ante Noruega tuvo miga. Había cierta expectación por saber si Luis Enrique provocaba una revolución o si la regeneración prometida se quedaba en evolución, como se encargó en destacar el entrenador asturiano. Llamó a Iker Muniain, que no jugó y a lo mejor lo hace frente a Malta, y ratificó su confianza en Iñigo Martínez para formar tándem defensivo junto a Sergio Ramos, con tan mala pata que provocó el penalti y propició el empate momentáneo de los escandinavos. Mira que el chico se había corregido y no me acuerdo ni cuándo fue la última vez del anterior, y menos mal que si ha recuperado aquel vicio de cometer penaltis lo hace con la zamarra española.

Martínez, por desgracia, congregó críticas y desencadenó un curioso fenómeno sociológico: ¡Piqué, vuelve!, gritaron los exégetas de la Roja. De repente se abre la ventana FIFA, la selección española sale de gira por provincias, enfrente tiene un rival como una castaña pilonga y encima ya no está Piqué para que el personal despotrique a lo grande, como si la pitada estuviera incluida en el precio de la entrada.

El central catalán, pletórico a sus 32 años, se ha permitido el lujo de darse estos días un garbeo por una playa paradisíaca, según ha constatado a través de su cuenta de Instagram, y hoy se presentará como un mariscal en Montilivi para liderar a la selección catalana ante Venezuela, donde sin duda recibirá el agasajo de su gente, pero también el eco zafio de quienes precisamente ahora le reprochan su desafección a la Roja, de puro hartazgo, hurtando al circo futbolístico del payaso necesario para soportar el yermo trayecto entre Noruega, Malta y el regreso al fragor liguero. Podrá repetir su solidaridad con los “presos políticos” sin que el estadio le escupa culebras por hacer uso de su libertad de expresión.