UBO un tiempo en el que trabajaba el proletariado, es decir la prole de alguien que garantizaba que a los catorce años (o antes) llegase un nuevo exiguo ingreso a casa; también permitía guardar la esperanza de que al ser mayor, alguien de su prolija prole te cuidara. Hoy, entre nosotros, de aquel proletariado no queda nada, ni el término en el lenguaje de sus antiguamente más acendrados defensores, en cuyo nombre lideraron trágicas revoluciones y dictaduras de acero.

También hubo un tiempo, en gran parte coincidente con el anterior, en el que los hijos eran los que dios daba y se fomentaba por los mismos motivos una copiosa prole, aparte de porque se quedaban en el camino bastante niños/as. No hace tanto que premiaban la natalidad y había que tener cuatro vástagos para ser familia numerosa.

Cuando hacia los sesenta se generalizó el uso de la píldora y sobre todo la economía mejoró, la mujer pasó de función paridora a poder elegir cuantos hijos/as tener y esencialmente cuándo. Porque aún recuerdo las tertulias familiares durante diez años preguntándome: "¿y vosotros cuándo?", ante mi estupor y el de mi pareja. En el camino las mujeres comenzaron a trabajar fuera de casa aspirando a una carrera profesional.

Los datos de hoy (bueno, de 2019) son apabullantes, la natalidad se ha desplomado. Nacieron 359.770 niños, 13.007 (un 3,5%) menos que en 2018 y hubo 57.146 más defunciones que nacimientos.

En la última década la natalidad ha caído un 27,3%, sea por menor número de hijos por mujer, sea por reducción de la fertilidad (1,23 por mujer), o sea por retraso de la maternidad, que se sitúa ya en 32,2 años para el primer (y generalmente único) hijo. Ya casi no se compensa con que uno de cada cuatro nacimientos sea de madre extranjera, que presentan una tasa de natalidad de 1,59, ligeramente más elevada, pero tampoco demasiado y que también va a la baja.

Cierto que ahora la tasa de fallecimientos en embarazos es muy baja, y que mueren muy pocos niños/as porque se les trata bien, pero si no nacen€ la población se extingue. Razones económicas, carrera profesional, difícil conciliación laboral familiar, escasa corresponsabilidad de la pareja€ el caso es que la natalidad se reduce de continuo. Nadie habla de amor, por supuesto, sino de economía. Ahora hasta el Banco de España tasa la repercusión de tener un hijo en la economía de una mujer: cae un 11% el primer año y hasta el 28% a 10 años. Nada parecido les sucede a los hombres. Desde el punto de vista económico está claro que embarazarse se está poniendo muy caro y nacer ¡ni 'te cuento!

No sé si esto es bueno, malo o ¡vayaustedasaber! Solo lo constato y no sé si se solucionará adoptando niños en donde hay exceso de población (hasta que haya) o la solución se demorará hasta que la distopía de Aldous Huxley sea realidad y los niños y niñas (¿hijos/as?) se fabriquen en una cadena de montaje en horario continuo a tres turnos. En esta vía de solución se avanza con logros como el reciente de la secuenciación fina completa del cromosoma X, uno de los cromosomas sexuales y ubicación de genes de muchas enfermedades como hemofilia, daltonismo, adrenoleucodistrofia, distrofia de Duchenne€

Habremos de ir a toda velocidad para modificar las estructuras si queremos solucionar los problemas o quedarnos sin hijos/as fuera del árbol de Darwin.

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