IREMOS en los reflejos del lago la antigüedad para buscar los orígenes. La práctica totalidad del arte antiguo era resultado de encargos del poder político (reyes y nobles en sus palacios) y religioso (el clero en los templos). Sin embargo, en la Roma de Augusto (finales del siglo I a. C.), un particular, Cayo Mecenas, cobró tanta fama como protector de las artes que su nombre pasó a designar tal función social, el mecenazgo que a lo largo de los siglos ha variado en sus modos de aplicación y en sus funciones.

Clero y nobleza sostuvieron esta contumbre hasta mediados del siglo XIX, cuando fue la nueva clase burguesa compuesta por empresarios, industriales, banqueros, comerciantes y profesionales liberales la que lideró el nuevo mecenazgo contemporáneo, con nombres como los Morgan, Rothschild, Carnegie, Rockefeller, Tretiakov, Guggenheim, Thyssen, Gulbenkian, Ludwig, etc. A través de las nuevas galerías el arte tuvo una mejor difusión y acceso a un público cada vez más mayoritario.

Así hasta que a finales del siglo XX aparece en crowfunding, un mecanismo colaborativo de financiación de proyectos desarrollado sobre la base de las nuevas tecnologías y en busca de pequeñas donaciones, públicas o anónimas, que persiguen darle vida a proyectos que, con una mano delante y otra detrás (y sin otra, por tanto, para propulsarse...), no tienen otra salida que el buen ojo o el buen corazón de cada cual. En ese universo se ha sumergido en los últimos tiempos la Diputación Foral de Bizkaia, creando un Crowfunding Bizkaia, una suerte de observatorio o atalaya desde el que otear proyectos con futuro. La plataforma ha ido consolidándose, hasta el punto de que ya se ha recaudado una buena cantidad que ha dado cuerda a ocho proyectos. ¿Y qué pinta aquí el sello foral?, se preguntarán los más recelosos. El aval de que el sueño propuesto tiene un pase y un aquel. Tiene un futuro que merece la pena.