L mañana no es desechable así que estamos obligados al reciclaje para tener un porvenir. No digo que de mayor calidad o más agradable. Un porvenir. A secas, como un trago de whisky. Un futuro en el que podamos sobrevivir: nosotros o quienes nos sucedan. La idea es pasar a la posteridad con prosperidad, pero mientras se nos llena la boca con frases redondas se hacen pocas cosas para que se cumpla ese trabalenguas. O al menos no las suficientes, no como se debiera para que todo encaje en un mundo feliz.

Hoy, cuando la hostelería acaba de recibir la buena nueva de que ya se podrá salir a cenar, nos llega otra noticia: el aterrizaje de educadores ambientales que visitarán todos los establecimientos del distrito 5 -que engloba al Casco Viejo en toda su extensión...- a partir de mañana para concienciar a los hosteleros en el reciclaje, un deporte olímpico en los Juegos del Medio Ambiente, si es que se me permite usar esta metáfora.

Hemos de ser conscientes de que rara vez la sabiduría dice una cosa y la naturaleza otra, aun cuando provee excepciones a la regla. Hoy nos recuerdan que sería adecuado que la hostelería dedicase un pellizco de su conocimiento al reciclaje para ganarle calidad a la vida. A quienes han marcado nuevas pautas no les falta un punto de razón, pero los educadores ambientales también debieran pasar por mi casa. Y por la suya o, sí, por la de usted también. Quiere decirse que el reciclaje no solo debiera impartirse en una cocina de oficio o en la barra de un bar. Debiera ser asignatura obligatoria en las aulas.

Lo que uno quiere decir es que hay que vivir en la naturaleza, siendo uno más de ella y no poniendo palos en las ruedas para que frenen los estragos que hicimos antes. Recuerdo una vieja canción de country, creo que de Roger Dean Miller, que decía algo así como que algunas personas caminan bajo la lluvia, otros simplemente se mojan. Nos pasa aún con demasiada frecuencia: nos equivocamos en los quehaceres. Hay algo fundamentalmente incorrecto en tratar a la tierra como si fuese un negocio en liquidación, como si todo estuviese en saldo y quisiéramos sacar beneficio de lo que se nos pasó de moda o se nos hizo viejo. Que vengan los educadores, sí. Y que primero o después, tanto da, pasen por mi casa.