A buena gente del surf conoce las leyes secretas de la naturaleza vinculadas a la mar y bien saben que las olas llegan en serie, por costumbre, de tres en tres. Es lo que ocurre hoy con la pandemia del coronavirus, tres oleadas del coronavirus encadenadas, con la salvedad de que llegan a nuestra orilla con la fuerza de un tsunami, con un vigor tan virulento que nos pega un revolcón. Les hablo del tres en tres y solo me queda añadirles un ojalá para que esta sea la última embestida.

En esas estamos. En una situación de dura supervivencia, con la estadística recordándonos que por muchos sacrificios que hagamos para atajar los embates del coronavirus, la naturaleza de este virus se antoja rebelde y dura de pelar. Quienes conocen bien las tendencias nos dicen ahora que aún no hemos llegado a la cresta de la ola y que volverán los revolcones entre la arena de los fondos y la espuma brava de las aguas, complicando los tratamientos y la protección.

Aprendamos de lo vivido. En el siglo pasado hubo tres pandemias de gripe. La de 1918 fue la más mortífera. Hubo tres oleadas: en primavera de 1918, en otoño de ese mismo año y en invierno de 1919. La realmente virulenta y mortal fue la segunda, en la que ocurrieron el 64% de los fallecimientos. En la segunda oleada, se han podido documentar cambios en el genoma del virus que podrían explicar que fuera más virulento. En 1957 apareció un nuevo virus gripal que originó la gripe asiática, que cursó también en tres olas epidémicas. La mortalidad fue más alta en las dos segundas olas. En 1968, un nuevo virus de la gripe causó la denominada gripe de Hong Kong, cuya difusión fue más lenta e irregular: comenzó en el hemisferio norte y le siguió una segunda ola con mayor incidencia. ¡Cuidado con las repeticiones porque el peligro es grande!