A palabra "oposición" tiene un tinte extraño, como si hablásemos de una guerra contra las posibilidad de la que hablamos, como si señalásemos las duras dificultades que se nos cruzan en el camino cuando uno aspira a buscarse una salida. Uno oye hablar de las OPE (Oposiciones Públicas de Empleo) y de repente a uno le provoca un recuerdo, los viejos tiempos en los que cualquiera pensaba que de joven, si uno sacaba una buena nota en un examen de lo que fuera se sentía bien pensando en todo lo que podía llegar a ser. Cualquier oposición conlleva algo así, un esfuerzo que conlleva superar un hatajo de exámenes duros que a uno le abren las puertas a un futuro garantizado. Es la ley de nuestros tiempos.

Porque la verdad de hoy, pura realidad del siglo XXI, es que el último examen se libra para ganarse un hueco en un puesto de trabajo, lo que equivale a un órdago mayor, a una apuesta mayúscula. Hay que tener ojo avizor porque los estudiantes a los que no se les dan bien los exámenes, o que no son especialmente buenos en según qué tipo de razonamientos, pueden llegar a ver comprometido su futuro porque hemos aceptado que la inteligencia viene acompañada de un número. Se trata de una idea tiránica y se extiende mucho más allá del mundo académico, llega incluso al universo laboral donde uno se la juega, vamos a decirlo en claro, al cara o cruz.

Cuántas horas perdidas en los estudios con los codos sobre la mesa con el único fin de aprobar un examen inútil, piensan más de uno de quienes tropiezan en es ascensión hacia su futuro. Se piensa que es un tiempo dilapidado, como si fuese posible otra salida más fácil o más cómoda cuando en realidad en un buen número de casos eso es imposible. O, por decirlo con más claridad, no hay otro porvenir que el citado. Al fin y al cabo, para una parte de la sociedad una OPE es el alivio que les queda.

Mientras mucha gente estudia posibilidades y calcula lo que le queda por delante no se detiene a pensar que la vida es el examen más difícil que le queda por delate, más duro aún que garantizarse un puesto de trabajo. La mayoría de la gente fracasa por intentar copiar a los demás sin caer en la cuenta de que tenemos un examen diferente. Mientras quienes se la juegan a ese as de la baraja para su mañana hincan los codos uno sospecha que no hacen los cálculos más certeros: no en vano, aprender sin pensar es inútil y pensar si aprender es peligroso. A partir de ciertas edades, las más decididas a jugarse esa carta, lo preciso es dar en la diana, aprobar una oposición como la última salida posible. O las más certera, para se más exactos. Por eso la llamada de una OPE atrae tanto. Y por eso la comisión de Hacienda y Finanzas de las Juntas Generales del territorio aprobó ayer un proyecto de norma foral por la cual todas aquellas personas que acudan a un proceso de selección para un puesto de funcionario foral tendrá que abonar unas tasas de 12 euros, para quitarse de encima tantos gastos.