EL tren 2021 estaba anunciado como una maravilla a la altura del Orient Express inaugurado en 1883 por la Compagnie Internationale des Wagons-Lits o como un cofre del tesoro semejante al que portaba el tren postal de Glasgow-Londres. Ahí me detengo, en este segundo. No por nada su asalto se conoció como el robo del siglo y convirtió a Bruce Reynolds y Ronnie Biggs en los dos asaltantes más famosos de la centuria, envueltos en un halo casi legendario.

El imaginario tren 2021 del que les hablo ya tiene sus asaltos, ninguno de ellos revestido con el barniz de la gloria. Hemos visto a un puñado de fascistas medio chiflados -Cabeza de Búfalo es un ejemplar único en su especie...- lanzados al asalto del Capitolio de Washington y a otro puñado de infantiles criaturas abalanzándose sobre la nieve como si fuese maná caído del cielo. Otro asalto ridículo.

Mientras tanto, los maquinistas el tren 2021 siguen con sus maniobras para llegar a destino: una realidad lo más parecida posible a 2019. Desde el LABI gobernante de nuestro vagón van dando señales. Cortan el paso a otros territorios o aceleran lo justo; aminoran la marcha a la espera de que llegue el cambio de agujas (las de las vacunas son las más anheladas...) y hacen chuchú cada vez que se avecina una amenaza. Se sabe, los trenes de vapor del siglo XIX hicieron posible el viaje de placer y aventura en condiciones seguras. Con ellos empieza el turismo moderno. A la de una nueva época dorada del ferrocarril ahí siguen, guiándonos.