N hijo célebre de las Bellas Artes como Salvador Dalí lo condensó todo en un tuit de siete palabras: La vida es aspirar, respirar y expirar. Aún hoy, treinta años largos después de su desaparición, la sentencia de Salvador late con vigencia y arrebato. La respiración es la voz narradora de esta larga historia: nos dejó sin aliento cuando faltaba el aire por las malas artes del vil y pernicioso virus y vuelve a ser protagonista en esta cuenta atrás para la resurrección, es maestra en el imprescindible boca a boca que devuelve oxígeno a la vida. Es una metáfora, claro. Pero no es menos cierto que hacen y harán falta pulmones para reanimar la asfixia de empresas y comercios, que solo saldremos de la enfermedad económica y laboral casi sin resuello y entre jadeos.

La idea de invocar a Dalí y el aliento nace en el Museo de Bellas Artes, donde la instalación Arnasa, de Maider López, gradúa la intensidad de la luz del museo por las noches al ritmo de la respiración, como si fuese un animal salvaje nocturno. Durante los dos últimos meses Maider pudo acceder al museo cerrado y en esas visitas tan particulares tuvo la oportunidad de sentir cómo las obras habían permanecido vivas en su espacio. Como si respirasen. La idea de Maider, utilizada para el despegue del museo hacia una nueva vida, encaja en lo que se llama una obra site-specific. Basta con pasar por el parque a media luz para sentir que todo es posible: incluso salir de las cavernas en las que nos sentimos metidos en los últimos tiempos.

Se acerca la hora. Poco a poco iremos dejando atrás el miedo y buscando la fórmula para volver a la vida. Con otro estilo, quizás. Con otros tiempos y modos. Lo sugerente ahora es buscar el cómo. La apuesta del Museo de Bellas Artes de Bilbao es uno de las primeras soluciones que nos han dejado con la boca abierta. Y es por ahí por donde entra el aire fresco.