LA habilidad es a la astucia lo que la destreza a la estafa, nos dijo Nicolas Chamfort, el moralista francés, lúcido y escéptico, que ocupó el número 6 de la Academia francesa en 1782. Hay que tener en cuenta que la palabra engaño viene del latín gannat, que significa "hacer trampa". Hay que recordar, como nos dijo Keynes, que evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa, de eso no cabe duda. De la misma manera que el gobierno que con una mano exige aumento de impuestos debe con la otra procurar el aumento de la riqueza. Ambas dos tendencias tienen sus razones y su porqués.

Siendo conscientes de que el contribuyente es una persona que trabaja para el gobierno, pero sin haber hecho las oposiciones a funcionariado, hay que tener cuidado en la vigilancia, en un modo certero para dar con la fórmula para dar caza a los golfos apandadores de nuestro tiempo.

Es curioso. No tiene sentido que los inversores, por no hablar de los especuladores, tengan que pagar menos impuestos que alguien que trabaja duro para ganarse la vida. Y, sin embargo, eso es lo que hace nuestro sistema impositivo. O al menos esa es la percepción que se obtiene en la calle. Siendo esa la apariencia, el fraude fiscal es la herida que más sangra entre los paganinis que no descuidan ni un céntimo. El economista italiano Ferdiando Galiani nos dijo que la actividad de un pueblo está en proporción con los impuestos que paga. Mas puesto que la felicidad humana consiste en un justo medio entre el ocio y la actividad, he ahí por qué los impuestos no deben ser excesivos. Puede que el hombre tenga sus razones cuando habla así, pero de igual manera es cierto que hay una cosa cierta en todos los gobiernos: que los registros más confiables son los de los impuestos. Nada hay más cierto en nuestra vida que la muerte y Hacienda.