LAS más antiguas imágenes de vehículos con ruedas que se han encontrado decoran un recipiente de cerámica que data de 3500-3350 antes de Cristo. Procede de la cultura Trichterbecker que se desplegaba en lo que hoy es Polonia, el este de Alemania y el sur de Dinamarca. Esa región se disputa con Mesopotamia, hoy Irak, el honor de ser la cuna de la rueda, habida cuenta que en aquellas tierras se empleaba la rueda de alfarero, el primer uso que se le concede. El paso de los siglos hizo que la rueda se convirtiese en el gran invento de la humanidad .

La antropología explica la tardanza del ser humano a la hora de esta gloriosa creación, señalando que en la naturaleza no hay ruedas. Resaltan que, teniendo en cuenta que la inspiración de la mayoría de los inventos provenían del mundo físico y que este no proveía de él, evidencia alguna de que una rueda funcionaría bien, su creación es un ejemplo de la capacidad inventiva humana.

No hay duda. Junto al arado, la imprenta, la pólvora, la máquina de vapor; la anestesia y la penicilina, el motor de combustión y el telégrafo y el transistor son los grandes inventos del ser humano. ¿Qué tienen en común estos avances? Cambiaron el modo de vida del ser humano.

Ese mismo logro cabe atribuírsele en el siglo XXI al smartphone. Ahora, cuando llega hasta nuestra orilla la enésima aplicación, la suplantación del pago con la Barik -la moneda lleva camino de atesorarse en los museos de arqueología más pronto que tarde...-, viene al caso esta reflexión. Si uno piensa que en menos de treinta años el smartphone ha cambiado la forma de vivir de media Humanidad al menos -combinan funciones de asistente digital personal con cámara de fotos y navegador GPS, conexión a Internet vía wifi o red móvil para la navegación por la web, videollamadas, visionado de correo electrónico, reproductor multimedia, etc?- es evidente que puede hablarse de la rueda del siglo XXI.