bILBAO, el Gran Bilbao, la todopoderosa villa por la que anduvo James Bond, donde se ha jugado un mundial de fútbol y las finales Europeas de la Challenge Cup y Champions Cup de rugby; donde se construyó el edificio más reseñable en todo el mundo en lo vivido del siglo XXI (el Guggenheim...) y la ciudad a la que se le hizo la boca agua con los premios The World’s 50 Best Restaurant, los denominados Oscar de la gastronomía; la que movió el esqueleto en la sonora gala de los premios MTV se ha consagrado o la que se escalofrió con los saltos de los clavadistas que conforman el circuito de Red Bull, Siempre señalada como uno de los grandes escenarios.

El Gran Escenario, puede decirse, donde todo se transforma. A James Brown le escuchamos decir una vez que cuando estaba en el escenario, trataba de lograr un solo objetivo: llevar alegría a la gente. El genial músico comparaba el escenario con la iglesia “donde la gente no va a encontrar problemas, si no para quitárselos”. Con ese mismo espíritu feliz se mueve Bilbao por estos mundos del show bussiness, el deporte y el entretenimiento.

El Botxo ya tiene mañas en estas lides y sabe moverse entre bastidores, cada vez con más cintura. El paso de La Vuelta lo ha demostrado de nuevo. Primero, con la localización de una pared que invocaba a la épica y después esquivando una mancha de gasoil, reconduciendo todo el tráfico en la medida de lo posible y dejándose ver por las gentes del Tour, cuya mirada ya pone ojitos a lo Alain Delon, entre canallas y conquistadores.