SI uno escribe que se ha detectado una explotación bajo las sábanas se hace preciso refrescar la expresión antes de que la lea alguna que otra mente calenturienta. El alquiler abusivo de un rincón donde caerse por un puñadito de horas para aferrarse al sueño reparador es un práctica aberrante que, al parecer, ha llegado a Bilbao con cierta pujanza. En la mayoría de los casos son ciudadanos en situación ilegal quienes se alojan en este tipo de viviendas, arrendadas por compatriotas más pudientes o por redes mafiosas, aseguran quienes han detectado la huella del delito. Aseguran que los afectados suelen decantarse por esta opción al no encontrar nadie que les alquile un piso, dada su condición de sin papeles. Una tragedia más, el pan nuestro de cada día para quienes necesitan guarecerse con las llegadas del frío, la humedad y las heladas.

Los golfos apandadores que sacan tajada de quienes no tienen recursos se aprovechan, dicen, de una ley que protege el interior de las viviendas. Así ha de ser mientras no se dañe el interior de las personas.