el 26 de mayo los europeos votamos para elegir a los miembros del Parlamento Europeo los próximos cinco años. Y lo hicimos bastantes más que en los anteriores comicios, concretamente un 8,34%, hasta alcanzar una participación no vista en los últimos veinte años del 50,95%. Pero además, decidimos que los eurodiputados electos fueran muy mayoritariamente europeístas, frente a las predicciones apocalípticas de los sondeos que anunciaban una irrupción de eurófobos y ultras que podría producir el bloqueo de las instituciones europeas. Es cierto que se ha roto el bipartidismo tradicional de populares y socialistas y que la Eurocámara ha quedado mucho más fragmentada, lo que requerirá hacer política con mayúsculas si queremos estar a la altura del momento. Salvados dignamente los muebles en las urnas, ahora toca llevar a cabo el relevo en la Comisión y el Consejo, tareas decisivas en el nuevo tiempo político que se abre.

Se vislumbran nuevas alianzas políticas Si bien el vencedor de las elecciones ha sido el Partido Popular Europeo con el 23,8% de los votos y 179 escaños sobre un total de 751, la realidad es que se queda muy lejos de poder conformar una mayoría en el Parlamento. Le sigue a una distancia menor de la esperada, en parte por el éxito del PSOE, los Socialdemócratas con un 20,4% y 153 escaños, seguidos por los liberales de ALDE, en fuerte ascenso con el 14% y 105 eurodiputados. E irrumpen con fuerza los Verdes que alcanzan el 9,2% y 69 asientos en la nueva Eurocámara. Este panorama mucho más repartido abre opciones de nuevas alianzas que van desde la tradicional de populares y liberales, a la de los socialiberal o a la de los socialistas con los Verdes y la más radical Izquierda Unitaria. Se trata, pues, de una panorama nuevo en el que con total seguridad la negociación y el debate europeo saldrá favorecido.

Los eurófobos crecen, pero no condicionan Los partidos euroescépticos suman 25% en la próxima legislatura. Este es el dato real del incremento de las opciones políticas que cuestionan la Unión Europea en su esencia pura o por su modelo actual. Si bien es cierto que han crecido claramente, también lo es que se han quedado lejos de sus aspiraciones de frenar la vida de las instituciones europeas y de bloquear su legislación. Eso sí, donde les votan arrasan. De hecho de los cinco partidos nacionales más votados, cuatro son ultraderechistas. La CDU de Ángela Merkel empata con el Partido del Brexit de Nigel Farage como partidos más votados a lo largo de los Veintiocho con 29 asientos cada uno. Le siguen en Italia la Liga Norte con 28; el PiS polaco con 23 y Le Pen en Francia con 22. No nos libraremos de sus continuos numeritos en los plenos, pero más allá de la algarada mediática, su capacidad de actuación ha quedado muy reducida para los próximos cinco años.

Cumbre informal para tomar temperatura Tan solo dos días después de las elecciones, los jefes de Gobierno de la UE se daban cita en Bruselas para analizar los resultados y empezar a sondear consensos y candidatos a presidir las instituciones. La cuestión central: la elección del o la próxima presidenta de la Comisión Europea. Y, por delante, la forma de elegirle, es decir, si será el Consejo Europeo o mediante el Spitzenkandidatem, lo harán los eurodiputados. La realidad es que, hoy por hoy, la mayoría de los socios comunitarios, no así España, prefieren que sean los jefes de Gobierno quienes lo elijan. Un cargo que ya cuenta con tres favoritos claros: el popular Weber, el socialista Timmermans y se incorpora con mucha fuerza la liberal Verstager. La solución debería salir del Consejo Europeo de los próximos 21 y 22 de junio, cita clave para el futuro de la UE y a la que el presidente Tusk pretende llevar un paquete de altos cargos de las diferentes fuerzas políticas representadas en Estrasburgo, con equilibrio geográfico y en el que al menos dos mujeres ocupen algunos de estos puestos.